El artesano que vino del Sur

Zuzana y Diego Mora, foto: Carlos Ferrer
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Seguramente, cuando Diego Mora vivía viajando por Sudamérica, cada año en un país diferente, no se imaginaba que algún día empezaría una nueva vida en la República Checa. Ahora desempeña su labor artesana en Praga, ofreciendo a los checos joyas y adornos fabricados a mano.

Zuzana y Diego Mora
Cuando uno entra en el establecimiento de Diego, lo primero que llama la atención es su carácter híbrido, fruto, como no podría ser de otra manera, de la sinergia creada con la unión de un checo y un latinoamericano. Y es que la mitad del negocio es una peluquería, que lleva su mujer, Zuzana. La otra es una tienda de artesanía, en la que Diego vende joyas de carácter exclusivo y estética más bien étnica, elaboradas con componentes naturales, sin plásticos o materiales sintéticos, como él mismo nos cuenta.

"La mayor parte de las cosas las fabricamos, las fabrica mi esposa o las fabrico yo. Todo hecho a mano. El arte con el que hacemos las cosas se llama macramé, que es el arte de hacer joyas con nudos. Hacemos pulseras, collares, cinturones… Si alguien tiene un diseño en la cabeza y no sabe cómo hacerlo pues aquí puede venir y podemos orientarlo sobre cómo se vería bien ese collar, con qué piedra y qué colores”.

Además de macramé, Diego también fabrica colgantes, pendientes y pulseras, para los que sigue utilizando los mismos materiales que utilizaba en Latinoamérica y con los que consigue un resultado poco frecuente en las tierras checas.

“Los materiales que usamos no los compramos acá en la República Checa porque no los hay. Primero que todas las piedras son piedras de Suramérica: de Argentina, de Brasil y de Perú. Tenemos piedras de India y Nepal. Y los hilos, el material, es de Brasil, porque aquí no lo hacen”.

Diego es un artesano ambulante a la usanza latinoamericana. En 1997 dejó su Colombia natal para llevar una vida errante por prácticamente todo el continente, de una manera que era más estilo de vida y forma de aprender y conocer nuevas gentes que actividad económica.

“Este es mi trabajo en Sudamérica. Yo soy artesano. Entonces en cada ciudad me quedaba, vendía mis cosas, ofrecía mis productos a la gente de una forma clandestina. No de una forma legal porque en Suramérica el estilo de vida es diferente como acá. El trabajo mío como artesano en Suramérica es clandestino, o sea, lo haces en la calle y tienes que correr a la policía. Pero se vive. Se vive la cultura, se aprende, se conoce, se viaja y hay un intercambio de culturas. Y eso es lo lindo".

Muestras de macramé
Después de unos ocho años esta etapa de su vida se cerró cuando emprendía un viaje por Centroamérica. En Panamá conoció a la que sería su esposa y desde hace tres años, la pareja se ha establecido en la República Checa. Aunque establecerse es quizás una palabra demasiado seria. Diego y Zuzana viajan cada invierno a otros lugares del mundo y solo cuando hace buen tiempo, y a la gente le apetece comprarse joyas nuevas, vuelven a su casa de Praga y emprenden de nuevo el negocio.

Hasta este año, la unión de peluquería y artesanía existía solo de forma provisional: un puesto en los diversos festivales de verano que abundan en la República Checa, como Colours of Ostrava o Sázava Fest. Desde este año, la pareja dispone de su tienda en el pintoresco barrio praguense de Žižkov, que apenas comienza y a la que los checos todavía necesitan acostumbrarse, como nos cuenta Diego.

“La gente a veces pasa por el negocio y mira por afuera y como es algo diferente no sabe qué hacer, si entrar. Como que le da un poco de temor y un poco de vaina, pero a la final se deciden a entrar o a la final se van y vuelven después. Mucha gente no conoce el macramé, no conoce la orfebrería… Están acostumbrados a otra clase de artesanías. Entonces para ellos esto es nuevo y diferente”.

La vida nómada que Diego llevó durante una buena parte de su vida tiene sin duda algo que ver en esa gran capacidad de adaptación con la que ha amoldado su profesión a este nuevo mercado, y sobre todo en la sencillez con la que se ha tomado el cambio de aires. Diego dejó pronto de usar el inglés con su esposa y ahora habla un checo bastante decente. La máxima estaba clara, como el mismo dice, si estás en otro país eres tú el que tiene que adaptarse.

Fotos: Carlos Ferrer