A cada presidente checoslovaco un sello postal

Fuente: ČRo

Las estampillas, una marca en miniatura del país remitente de las cartas y postales, son contenedoras de un minucioso arte. En el caso checoslovaco, son también una cronología de sus gobernantes y sus avatares históricos.

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Los sellos postales, además de ser un requisito para el envío de correspondencia, son también el resultado de una inspiración artística vinculada a la nación donde se producen. Por ello, los mandatarios de los países han sido figuras protagónicas de los sellos.

Martin Říha,  foto: Ondřej Tomšů
Sin embargo, hoy en día, solo las monarquías y los países bajo regímenes dictatoriales son los que reproducen a sus monarcas o presidentes en sellos. Hay algunas excepciones, como Eslovaquia, Estonia y la República Checa, naciones que aún en democracia siguen manteniendo esta tradición decimonónica. Sobre sus orígenes nos habla el comisario Martin Říha, del Museo del Correo.

"Esta tradición es propia de pocos países porque responde a un artificio del Estado. Los sellos postales, como tradición, nacen con los monarcas, los reyes y las reinas. Podría decirse que en el año 1840 nació tal concepto, cuando la reina Victoria se impone como símbolo estatal y del poder del Imperio británico. De ese momento data tal tradición, de cuya sobrevivencia se han encargado las monarquías. Es muy particular que en el caso de Checoslovaquia y de Estonia se haya conservado".

Penny Black fue el título del primer sello postal del mundo. Consistió en un perfil de la reina Victoria (Londres, 1819-isla de Wight, 1901) sobre un fondo negro. Una curiosidad es que su autor, Rowland Hill (Worcestershire,1795-Londres, 1879), no incluyó el nombre de la nación, pues supuso que la imagen de Su Majestad sería suficiente. En la actualidad es una condición que todo sello internacional tenga impreso el nombre del país emisor, pero Gran Bretaña es la excepción y se le permite por ser el país inventor de los sellos.

Del retrato a la estampilla

El sello postal con la imagen de Tomáš Garrigue Masaryk de Max Švabinský
En el caso checoslovaco, el primer sello postal con la imagen de un presidente se emitió en 1920, con la imagen de Tomáš Garrigue Masaryk (Moravia, 1850-1937), quien fuera el primer presidente de estas tierras después de la caída del Imperio austrohúngaro. Nuestro entrevistado, Martin Říha, nos da los detalles del trabajo artístico detrás de los sellos.

"Por ejemplo, Max Švabinský hizo el retrato de Masaryk en 1920 y en base a este retrato los artistas Eduard Karel, Karel Seizinger o Bohumil Heinz hicieron unos grabados fantásticos. Posteriormente, los retratos se hacían de fotografías de la época y se puede decir que en los últimos años sigue siendo así".

Solo un presidente checoslovaco no tuvo, digamos, el honor de haber sido representado en un tiraje de sellos. Los motivos fueron históricos y de tal excepción nos cuenta Říha.

"Aparecieron todos, excepto Emil Hácha (Trhové Sviny, 1872-Praga, 1945). Se debió a que fueron los años de pre-guerra. Emil Hácha fue elegido en 1938, en la época de la Segunda República. Luego, llegó el Protectorado, entonces su estampilla no tenía ningún chance de salir, puesto que en esos tiempos, bajo la protección del Imperio, la función de cabeza de Estado y de defensor del Protectorado la cumplía Adolf Hitler. Entonces, de verdad ninguna estampilla con Emil Hácha como presidente del Protectorado hubiese podido emitirse".

Dramas entre grabadores

Tras las estampillas presidenciales se esconden también algunas anécdotas. Una de las más particulares ocurrió en los tiempos en los que Checoslovaquia transitaba hacia un estado democrático bajo la presidencia de Václav Havel (Praga, 1936-Vlčice, 2011), elegido en diciembre de 1989.

Václav Havel,  photo: archive of Prague’s Postal Museum
La cuestión era que había dos grabadores que anhelaban crear su estampilla: Josef Herčik y Miloš Ondráček. Y para saber cómo transcurrió la disputa artística escuchemos al comisario del Museo, Martin Říha.

"Josef Herčík se fue por el camino no oficial, representó a un Havel vestido con suéter y era un retrato no tradicional. De hecho, Havel, la noche antes de las elecciones, había aprobado esta estampilla, pero es que él no sabía todo lo que eso suponía, cuánta gente, cuántos procesos, por cuántas comisiones tenía que pasar. Él, en realidad, aprobó lo que había creado Herčík, pero nunca salió. Terminó emitiéndose la más tradicional, el retrato conservador de Miloš Ondráček. Ambos eran grabadores estupendos".

Nos cuenta Říha que, efectivamente, el proceso de aprobación transcurre de manera tal que el candidato y luego presidente, junto a su equipo, aceptan el retrato y constatan el parecido de este con la realidad. Luego, es solo cuestión de días para que empiece a circular la estampilla inspirada en la fina labor de un retratista. La de Václav Havel, por ejemplo, salió ocho días después de las elecciones.

En el caso de otros sellos, la administración postal tarda unos dos años en la planificación y elección de un nuevo diseño. Las de los presidentes son sin duda prioritarias en la cola.

Una joya de carácter popular

Ciertamente que estos menudos objetos de papel son para muchos motivos de colección. No obstante, no es precisamente el caso de las ediciones de los presidentes, nos explica el comisario.

"El valor de los sellos, en términos de coleccionismo, es de verdad muy bajo. Ni siquiera tiene valor para los filatelistas, quienes buscan en los sellos defectos y fallas de impresión. En particular, los sellos de los presidentes no suelen tener esto, es que salían en grandes cantidades".

Por otro lado, agrega el experto que su valor monetario tampoco es alto, ya que todo lo que es el servicio postal ha bajado de precios. De hecho, en la actualidad este tipo de estampillas tiene un valor de menos de un euro.

Aunque carezca de valor monetario, las estampillas, tan cotidianas y familiares, pasan por un complejo camino artístico que va desde retratos o fotografías, grabado e impresión, que las convierten en piezas de las que se podría decir que no tienen precio.