Entra en vigor el polémico Tratado de Lisboa

El Tratado de Lisboa ya es una realidad. El proyecto que persigue el objetivo de una Europa más unida y democrática ha mostrado sin embargo, en su proceso de aprobación y ratificación, falta de cohesión y de entendimiento entre sus miembros.

Václav Klaus,  foto: ČTK
El 1 de diciembre de 2009 es la fecha en la que finalmente entró en vigor el Tratado de Lisboa. Pero la, en apariencia, inocente y optimista Declaración de Laeken, firmada por todos los miembros en diciembre de 2001, para crear una Unión “más democrática, transparente y eficaz”, era el primer paso de un camino largo, tortuoso y lleno de obstáculos. El presidente de la República Checa, Václav Klaus, gozó de gran repercusión mediática al final del proceso de ratificación, personificando el euroescepticismo de todo el continente. De su firma, en suspenso durante meses por su decisión personal, dependió la aplicación de un Tratado que ya había sido aprobado por los Parlamentos de los casi 500 millones de ciudadanos que pueblan la Unión Europea. Pero los obstáculos fueron muchos más y desde el principio. Entre ellos, los más importantes fueron el rechazo en referendo de Francia y Holanda al proyecto de Constitución Europea en 2005, y el ‘no’ de Irlanda en 2008 al Tratado de Lisboa, que había nacido para salvar a la malherida Carta Magna comunitaria.

Pero la realidad es que el proceso de integración europea continúa adelante. El representante de Eslovaquia ante la Unión Europea, Ivan Korčok, celebra que los Veintisiete puedan desde este martes dedicarse a sus problemas concretos y defiende el documento que tiene que permitir realizarlo con mayor agilidad y eficacia.

“El Tratado de Lisboa para muchos significaba un traspaso más de competencias a la Unión Europea. Pero en nuestro caso, el de los Estados de reciente adhesión, el traspaso de competencias a Bruselas de este Tratado no es sustancial en comparación con el que se produjo cuando nos incorporamos. Lo que supone el Tratado de Lisboa, más que eso, es la consolidación de sus principios fundamentales.”

El Tratado de Lisboa tiene, como novedades más llamativas, el nombramiento por dos años y medio prorrogables de un presidente permanente que represente a la Unión Europea como un jefe de Estado. El elegido para inaugurar la lista fue el democristiano belga Herman Van Rompuy, de 61 años, que comenzará su mandato el próximo 1 de enero. De igual manera, la laborista británica Catherine Ashton, ocupará el cargo de alto representante para la Política Exterior. Ashton sustituirá al socialista español Javier Solana, que hasta ahora había dirigido la diplomacia comunitaria en su anterior versión. El Tratado de Lisboa también ha de suponer una mayor eficiencia y agilidad de las instituciones europeas, con nuevos sistemas de votación que se irán introduciendo progresivamente, en pos también de un funcionamiento más democrático de la Unión Europea.