En los Jardines Reales de Praga se cultivó mandrágora y el árbol de gingko

El Jardín Real

El Castillo de Praga desde siempre estuvo rodeado por un cinturón verde. Mágicos son los Jardines Reales que se extienden desde el Foso de los Venados hasta las Murallas Marianas y que esconden en su seno una perla renacentista, el palacete Belvedere.

En la vecindad del Castillo de Praga fue plantado en 1358 por orden del emperador romano germano y rey checo, Carlos IV, el primer viñedo praguense. La vinicultura y la jardinería florecieron en el Castillo de Praga durante el reinado de los monarcas de la dinastía de los Jagellones, que gobernaron en Bohemia en los siglos XV y XVI.

Sin embargo, después de 1526 se registró un verdadero auge de la jardinería al ser elegido rey checo Fernando I de Habsburgo. El enérgico soberano buscaba inspiración en la Antigüedad y, guiado por el espíritu renacentista, fue el primer rey checo en incorporar elementos del nuevo estilo en la arquitectura del Castillo de Praga.

En 1534, el rey Fernando I de Habsburgo decidió fundar el Jardín Real.Para realizar su proyecto tuvo que adquirir extensos terrenos. El soberano reunió con muchas dificultades el dinero necesario para la compra: tuvo que recurrir a prestamistas judíos y al dinero proveniente de las multas.

Después de que llegara desde Viena una gran partida de semillas, Fernando I llamó a la capital del Reino Checo a Francisco de Austria, que sería el primer jardinero del Castillo de Praga. Y otros jardineros empezaron a venir del extranjero: de Flandes, Alsacia y España. Gracias a estos maestros de la jardinería venían a Praga semillas y pies de plantas, arbustos y árboles del mundo entero.

Higos, nísperos, guindas, limones, naranjas, melocotones y almendras enriquecían la mesa en el Castillo de Praga y en las casas de acaudalados patricios praguenses.

Un incendio que en 1541 devastó el Castillo de Praga, frenó por algún tiempo el desarrollo de los jardines. Al amotinarse en 1547 la nobleza y los burgueses checos, Fernando I, que en aquel entonces ya ceñía la corona imperial, quedó muy amargado. Ya no quería tratar con los rebeldes checos y nombró virrey en Praga a su segundogénito, Fernando de Tirol.

Fernando de Tirol invitó a Praga en 1554 como médico de cabecera a Pierandrea Matthioli que gozaba en toda Europa de una inmensa autoridad en el campo de la botánica. Ese mismo año, Matthioli había publicado en Venecia un herbario que se convirtió en un best-seller de la época. En checo se publicó en 1562, todavía durante la estancia de Matthioli en Praga, gracias a la traducción de Tadeás Hájek de Hájek.

No es de extrañar que el Herbario de Matthioli se haya convertido en una obra muy codiciada. Matthioli aconseja en su libro, entre otras cosas, cómo obtener la mandrágora. Los polvos de la raíz de mandrágora se utilizaban para operaciones nigrománticas, o sea de magia negra. Por la configuración de la raíz, parecida a la del cuerpo humano, la mandrágora era denominada "hombrecito de la horca".

El apodo se debía a la creencia de que la más eficaz era la mandrágora que crecía al pie de la horca. Matthioli aconseja en su célebre Herbario ir al lugar de las ejecuciones el viernes a medianoche cuando haya luna llena. Es necesario taparse los oídos con cera para no escuchar el llanto de la mandrágora al ser arrancada del suelo.

El botánico recomienda trazar tres círculos en torno a las hojas de la planta y tocar un cuerno para contrarrestar el tumulto de los monstruos infernales. La raíz de la mandrágora debe ser después bañada en vino y vestida con una chaquetita roja y camisita de seda, y tocada con un gorrito negro.

En comparación con otras traducciones, en la edición checa del Herbario de Pierandrea Matthioli se describen algunas plantas cultivadas solamente en el Jardín Real, en el Castillo de Praga.

La fama del médico y botánico italiano Pierandrea Matthioli, impulsó un inédito aflujo al Castillo de Praga de nuevas especies y variedades botánicas, como tulipanes, lilas, jacintos y narcisos. En los Jardines Reales se cultivaba también el árbol de gingko y la misteriosa mandrágora.

Los jardines del Castillo de Praga conocieron un extraordinario florecimiento durante el reinado del emperador Rodolfo II a finales del siglo XVI. Por un puente de madera cubierto, el visitante cruzaba el Foso de los Venados y entraba en los jardines reales, que eran tres.

Formaba parte del conjunto de los jardines también la Gran Sala de los juegos de pelota. El emperador se desplazaba de un recinto a otro por pasadizos cubiertos para no ser visto. Así llegaba también al llamado Patio de los Leones.En el Patio de los Leones eran criados leopardos, panteras y leones, utilizados para la caza. Rodolfo II criaba asimismo osos que vivían libremente en el Foso de los Venados.

A pesar de las vicisitudes de la historia, los jardines del Castillo de Praga no han perdido a lo largo de los siglos nada de su mágico encanto. Hoy en día, los turistas pueden disfrutar de la belleza del Jardín Real que el entonces presidente checoslovaco, Václav Havel, abrió en 1990 al público.