El boom inmobiliario de la época de Carlos IV

De la exposición 'Civitas Carolina' en el Museo Técnico de Praga, foto: Martina Schneibergová

La Nueva Ciudad de Praga, el Puente de Carlos, la Catedral de San Vito y otros monumentos emblemáticos de la capital checa son los frutos del esfuerzo del rey Carlos IV, que trató de igualar Praga a las grandes ciudades europeas. La huella arquitectónica de Carlos IV en la capital checa será el tema del espacio 'Legados del Pasado, Testimonios del Presente'.

De la exposición 'Civitas Carolina' en el Museo Técnico de Praga,  foto: Martina Schneibergová
Una ciudad desolada con el Castillo de Praga en ruinas. Con esta imagen se topó el rey checo y el emperador romano-germánico Carlos IV tras regresar a Praga, su ciudad natal. Su padre, el rey Juan de Luxemburgo, agotó la caja real para emprender sus campañas militares, empeñó castillos y dejó la ciudad en un estado lamentable.

La diferencia entre la Praga de antes y después de la llegada de Carlos IV es enorme y nadie ha influido en su aspecto tanto como él, afirmó para la Radiodifusión Checa el arquitecto e historiador, Petr Kučera.

“Tras la muerte de Carlos IV, Praga era la tercera ciudad más extensa de Europa, la residencia del emperador romano-germánico con la universidad más antigua de Europa Central, un arzobispado y una catedral”.

El legado del innovativo arquitecto Petr Parléř

Petr Parléř,  foto: archivo de Radio Praga
La primera piedra de uno de los monumentos más emblemáticos de la República Checa, la Catedral de San Vito, fue puesta en 1344 en el recinto del Castillo de Praga con motivo del ascenso de la capital checa al arzobispado. Carlos IV encargó su construcción al experimentado arquitecto francés Matías de Arás, a quien conoció en la corte papal de la ciudad de Avignon. Tras su muerte, el rey dejó la obra en manos del joven arquitecto alemán Petr Parléř, apunta Kučera.

“Petr Parléř era un arquitecto progresivo e innovativo. Es curioso que Carlos IV invitara primero a Matías de Arás, un especialista más conservador, y luego encargara a este joven arquitecto. Es una muestra que el rey no temía contratar a personas jóvenes sin gran experiencia”.

Petr Parléř ha dejado en la capital checa una gran huella arquitectónica. Es el autor del monumento más visitado de la capital checa, el Puente de Carlos (Karlův most), que es el segundo más antiguo del país. La obra maestra fue construida en lugar del Puente de Judith (Juditin most), que había sido en 1342 derribado por los témpanos en la época del deshielo.

Puente de Carlos  (visto de la Torre)
La construcción del nuevo puente fue costosa y para llevar la obra a cabo se organizaron recolectas en las iglesias capitalinas. Se recaudaba asimismo peaje, que no fue suspendido hasta 1816. Como una de las arterias más importantes de la ciudad, el puente contaba con numerosas panaderías, charcuterías y otro tipo de negocios. En aquel entonces, la obra era conocida simplemente bajo el nombre de puente de piedra y el epíteto Carlos arraigó hasta en el siglo XIX. No obstante, Carlos IV hacía a su nombre una gran campaña de promoción, apunta Kučera.

“Carlos IV denominaba con su nombre todos los edificios que mandaba construir. Entre ellos, por ejemplo, el castillo de Karlštejn, las ruinas de castillo Radyně, situadas cerca de Pilsen, se llamaban originalmente Carls Crone, el castillo de Tepenec cerca de Olomouc era antes Karls Burg, y también la ciudad de Karls Bad, hoy conocida como Karlovy Vary”.

Las estrictas normativas de la Nueva Ciudad de Praga

Panorama de la Nueva Ciudad de Praga,  foto: Martina Schneibergová
El mayor proyecto inmobiliario de Carlos IV fue la edificación de la Nueva Ciudad de Praga, que se extiende en la orilla derecha del río Moldava desde la Plaza de Jirásek hasta la calle Žitná.

El motivo de la extensión de la urbe fue el creciente número de habitantes, que se dirigían a la sede del emperador romano-germánico en busca de una mejor calidad de vida.

Carlos IV obtuvo los terrenos para levantar la ciudad de la Orden de los Canónigos de la Santa Cruz de la Estrella Roja. Fue la primera ciudad de las Tierras Checas que fue construida según un plan arquitectónico preciso. En el transcurso de siete años se construyeron más de 650 edificios. En términos actuales, Carlos IV fue un gran promotor, apunta Kučera.

“Asignó los terrenos a los ciudadanos bajo la condición de que iniciaran la construcción de sus casas en el transcurso de un mes y las acabaran en un año y medio. Los que cumplieron con las condiciones, incluso los judíos, estuvieron libres de impuestos durante 12 años. El rey aseguró de esta forma un desarrollo fluido de la ciudad. Fueron unos reglamentos jurídicos y tecnológicos bastante complejos, que impulsaron el desarrollo de la capital checa”.

Museo Técnico de Praga,  foto: Martina Schneibergová
Las normas de construcción eran altamente estrictas y los que no cumplieron con ellas, acabaron sometidos a una dura penalización. Las casas, que sobrepasaban el terreno delimitado invadiendo la calle acabaron derribadas.

Las Nueva Ciudad de Praga creció con gran velocidad. En el Museo Técnico de Praga es posible ver en estos días réplicas de las herramientas de costrucción medievales. Una de ellas, que servía para la construcción de la Catedral de San Vito, tiene aproximadamente 15 metros de altura y un soporte de 4 toneladas. Su motor, formado por un circuito de madera, era propulsado por pies humanas.

Carlos IV trató que Praga se nivelara a las grandes ciudades europeas. Una de las muestras de su esfuerzo es la Plaza de Carlos (Karlovo náměstí), cuya extensión supera, por ejemplo, a la Plaza de Concordia parisina o la Plaza Roja de Moscú, y es por tanto, una de las más grandes del Viejo Continente.

Praga, el Jerusalén celeste

Carlos IV tiene un gran mérito en el hecho de que la capital checa sea apodada también como la ciudad de cien torres. Sus buenas relaciones con la Iglesia, que representaron un factor importante de su exitoso reinado, impulsaron la construcción de numerosos templos. La intención del rey fue convertir la Nueva Ciudad de Praga en un importante centro cristiano, un nuevo Jerusalén, donde se dirigirían todos los humanos redimidos. Esta teoría corresponde con el hecho de que una parte del plano horizontal de la Nueva Ciudad de Praga imita el de Jerusalén y que el arroyo de Botič era conocido en la época medieval como Cedron, igual que el río que atraviesa la capital israelí.

El Monasterio de Emaús,  foto: public domain
Simbólica fue también la distribución de unas cinco iglesias de la Nueva Ciudad de Praga que a vista de pájaro forman una cruz. Sus nombres se vinculan espiritualmente con importantes edificios europeos o conmemoran la tradición eslava. La iglesia San Apolinario se refiere al tabernáculo de Sain't Apolinaire en Rávena y la iglesia de la Virgen María de Nieves lleva el nombre de la importante basílica Santa María di Maggiore, en Roma. Al Monasterio de Emaús Carlos IV invitó a la Orden de los Benedictinos Eslavos que decían misa en la antigua lengua eslava y crearon así un puente entre la tradición cristiana oriental y occidental. Carlos IV mandó consruir también más de 30 monasterios a lo largo del país.

Las Tierras Checas vivieron durante la época del reinado de Carlos IV el mayor auge de la época medieval.