Lecciones sobre la transición

Banco Central checo
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Con el espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

En el espacio de hoy, analizaremos algunas aspectos importantes sobre la transición checa a pedido de algunos oyentes cubanos que sintonizan regularmente este espacio.

Durante el período de euforia inicial tras el cambio, que no obstante no se prolonga por mucho tiempo, quizá unas pocas semanas, máximo algunos meses, las personas son capaces de aceptar prácticamente lo que sea. Por eso es bueno que los nuevos líderes ofrezcan perspectivas lo más abiertamente posible, incluso explicar que la transformación no será un proceso necesariamente agradable.

Muchos checos que participaron en las concentraciones de finales de 1989, que desembocaron en la caída del comunismo, confiesan que ni siquiera protestaban cuando los oradores advertían que durante un tiempo había que "apretarse el cinturón" porque, tras décadas de comunismo, la situación económica se encontraba en un estado tan lamentable que era evidente que tomaría un tiempo volver a levantarla.

Y es precisamente la transformación económica la que representa el mayor problema durante el proceso de transición. Al menos en eso coinciden la mayoría de los expertos. Desde los inicios debería quedar claro qué modelo piensa seguir el país que recién acaba con un régimen comunista. No es una tarea nada fácil y tanto disidentes como representantes del nuevo orden tendrán la ardua labor de explicarlo a los ciudadanos.

A modo de ilustración, el siguiente ejemplo. En Checoslovaquia, en diciembre de 1989, es decir luego de restablecida la democracia, se realizó un sondeo de opinión pública en el cual se planteaba la siguiente pregunta: ¿Qué sistema social debería adoptar el país?. Sólo el 3% de los encuestados se manifestó a favor de una sociedad capitalista, mientras que la mayoría pedía un sistema socialista renovado y en el cual no fueran violados los derechos humanos ni la libertad de expresión.

La privatización y el sector bancario

El éxito o el fracaso del proceso de transformación depende en gran medida de cómo serán distribuidos los bienes anteriormente controlados por el Estado. Es sabido que el Estado no es un buen propietario... "lo que le pertenece a todos, en realidad no le pertenece a nadie". El sistema económico planeado por el régimen anterior no motivó la iniciativa privada, de hecho la descartó y eso será necesario cambiarlo.

El problema radica en que no hay personas en el país que estén en condiciones de adquirir las empresas del Estado y renovar su infraestructura y funcionamiento. Una gran parte de esos bienes probablemente caerá en manos de algunos representantes del antiguo régimen y para la opinión pública resulta sumamente difícil aceptar que los ex opresores se convierten en grandes propietarios; la sociedad experimenta enojo, desilusión y comienzan a pensar que "de hecho, nada cambió".

Existe el peligro de que la población se incline a pensar que los que vivían bien durante el régimen anterior siguen viviendo bien y que a los pobres no les queda otra opción que seguir siendo pobres. Por ejemplo en Polonia muchos representantes de la oposición aseguran que más del setenta por ciento de los bienes estatales durante el antiguo régimen es hoy propiedad de los ex comunistas.

En Checoslovaquia la desestatización se inició con un proceso llamado "pequeña privatización". Por ejemplo, se propuso que las pequeñas empresas, tiendas, restaurantes o negocios dedicados a diversos tipos de oficios pudiesen ser alquilados con posterior compromiso de compra y los principales interesados fueron las personas que trabajaban en aquellos establecimientos. Para el banco esos préstamos no representaban grandes riesgos; aquellas empresas - la mayoría hasta hoy existen - ofrecían grandes expectativas de prosperidad y para el banco resultaba claro que el inquilino se esforzaría por pagar su préstamo para con el tiempo convertirse en su real propietario.

Con las empresas grandes ocurrió diferente. La elite política ejerció gran presión sobre los bancos estatales para que se otorgaran créditos a los nuevos dueños; los políticos tenían interés en la privatización de la industria. Sin embargo, como los nuevos dueños no siempre resultaban buenos empresarios, los bancos registraron inmensas pérdidas. Con frecuencia las grandes empresas cayeron en manos de sus antiguos directivos, o sea fueron adquiridas por personas que sacaron provecho de sus posiciones ya durante el comunismo, lo que la gente no pudo tolerar.

Sin embargo, hubo personas que sabían bien cómo se llevaba a cabo un proceso de privatización y además tenían contactos, por ejemplo en el sector bancario. Contra ese grupo de personas casi no se podía competir en una licitación. Además, muchas de las viejas estructuras guardaban íntima relación con el antiguo régimen opresor mediante la policía política; en muchos casos se trataba de colaboradores, ya sea de manera formal o informal.

Durante el comunismo en la entonces Checoslovaquia los bancos no sólo eran propiedad del Estado, como el resto de las grandes empresas, sino además funcionaban como instrumento político. Por esa razón resulta indispensable que los bancos sean privatizados lo antes posible y que comiencen a funcionar como instituciones financieras independientes.

Prácticamente en todos los países poscomunistas la privatización del sector bancario estuvo acompañada por numerosos escándalos. Los bancos, encargados de la supervisión del sector, no consiguieron hacerse una imagen adecuada de la enorme cantidad de instituciones financieras que surgían, por lo que nuevos bancos - grandes y pequeños - que ofrecían ventajas increíbles poco a poco comenzaron a quebrar y sus clientes perdieron todos sus ahorros. Por un lado, y al menos en parte, es posible remediar ese problema con la aprobación de nuevas leyes, pero principalmente, como en todo, se debe poner mucha atención en la elección de personas que formarán parte de la directiva de los bancos. Cuanto más cuidadosamente se realice, menos personas se verán afectadas por fraudes, sobornadores o simplemente por funcionarios bancarios inexperimentados.

Por eso vale la pena ser lo más abierto posible con la gente. Prácticamente en todos los países pos comunistas hasta el día de hoy se plantean interrogantes y existen mitos sobre el proceso de transición. En todos esos países la nueva generación política de una u otra manera mantuvo relaciones con representantes del antiguo régimen, y esos acuerdos despiertan sospechas del tipo, ¿quién le prometió qué a quién y a cambio de qué?, etc. Por lo tanto, mientras más cerradas sean las negociaciones entre la nueva clase política, es más fácil que surjan sospechas.

El Exilio y su integración a la sociedad democrática

Otra difícil cuestión se refiere al derecho a voto y la posibilidad de que exiliados presenten sus candidaturas a cargos oficiales. El exilio, especialmente si es grande, representa en la vida política de un país ex comunista un elemento sumamente especial. Son las únicas personas que tienen una idea real de lo que es vivir en libertad. Sin embargo, se trata de personas que formalmente son ciudadanos de otro país, por lo tanto no tienen derecho a voto.

Puede resultar problemática también la relación entre los ciudadanos de un país que experimenta una transición y sus compatriotas que debieron huir. Sin embargo no conviene excluir a aquellos exiliados de la vida política del país, ni mucho menos de la posibilidad de convertirse en representantes políticos.

A diferencia del resto, suelen tener experiencias con el mundo empresarial y muchas veces poseen algún capital. Por eso representan un elemento democrático y democratizador en la sociedad. Por supuesto es posible encontrar entre ellos muchos tramposos oportunistas, pero de esa estirpe suele haber en todas partes.