La libre formación de partidos políticos

Fredo Arias-King

Con este espacio, "Del Totalitarismo a la Democracia", Radio Praga trata de ofrecer un vistazo sobre lo que ha representado el proceso de transición en la República Checa. Este espacio está dedicado a todas las personas interesadas en conocer detalles sobre la transformación checa desde la dictadura comunista hasta la democracia, por lo que creemos que encontraremos muchos radioescuchas en Cuba, donde importantes sectores de la población se preparan también para un proceso de cambio pacífico en la Isla.

La libre formación de partidos políticos de todo tipo ha sido un fenómeno que de varias formas refleja el propósito de una transición. Los partidos políticos son importantes y hasta fundamentales en una democracia porque sirven de medio de comunicación y de acción entre la sociedad y el gobierno. Esta edición del programa Del Totalitarismo a la Democracia estrá dedicado al rol de los partidos políticos tras un proceso de transición. Un trabajo del profesor Fredo Arias-King.

A pesar de la importancia de los partidos, varios de los líderes reformadores que derrocaron al comunismo demostraron algo de renuencia a convertir sus movimientos democráticos en partidos, prefiriendo que se perpetúen como “movimientos populares”. Esto sucedió con Solidaridad en Polonia, también Václav Havel en Checoslovaquia no quería transformar el Foro Cívico en un partido, el Movimiento Rusia Democrática se quedó como un movimiento, Landsbergis en Lituania se rehusaba a convertir a Sąjūdis en partido, y el presidente Zhelyu Zhelev en Bulgaria también quería desbandar a la Unión de Fuerzas Democráticas después de haber cumplido su misión de haber derrocado al comunismo.

En Letonia, los principales partidos liberales y de centro-derecha —el Movimiento Nacional Independentista Letón, Por Patria y Libertad, y el Frente Popular— no se registraron como partidos sino hasta 1994-95. Posiblemente el mal sabor de boca que dejaba la palabra “partido” después de una dictadura totalitaria del Partido Comunista explica en parte esta renuencia. Esto también ha sido un obstáculo para reclutar gente a los partidos democráticos y crear estructuras locales.

Otra renuencia por parte de los demócratas fue la idea de confiscar los activos (edificios, fondos, propiedades) de los partidos comunistas. De hecho, se hicieron algunos intentos pero por lo general fueron a medias. Una excepción fue en Bulgaria, donde uno de los primeros actos del gobierno de Dimitrov fue un intento de confiscar la propiedad del Partido Comunista (renombrado el Partido Socialista — BSP). De hecho se confiscaron sus propiedades físicas, aunque varias de sus cuentas en el extranjero y otros activos líquidos no pudieron recuperarse.

Al contrario de los demócratas, los ex comunistas no perdieron tiempo en formar sus “nuevos” partidos, aprovechándose de las extensas redes, recursos y “reconocimiento de marca” que habían heredado del viejo Partido Comunista. En efecto, en varias ocasiones dichos partidos renombrados se convirtieron en el único partido de izquierda de importancia en varios países, como en Polonia, Rusia, Hungría y algunos más.

En Polonia, Hungría, Albania, Serbia, Macedonia, Bulgaria y Lituania, entre otros, los partidos ex comunistas se renombraron como “social demócratas” o “socialistas”. En otros, se fundaron nuevos partidos pero reuniendo principalmente a personal ex comunista, como en Letonia, mientras en otros más se amalgamaron ex comunistas con nacionalistas radicales también en un nuevo partido, como en Croacia y Eslovaquia. En otro grupo de países que incluye a Eslovenia, los comunistas formaron varios partidos.

En países como Rusia, Moldova y Belarús, los comunistas siguen con ese nombre y con su ideología “dura”. El líder del Partido Comunista de la Federación Rusa, Gennady Zyuganov, tiende a dar diferentes discursos a distintos auditorios a cerca de sus intenciones, pero el común denominador es su opinión de que en Rusia no funcionaría la “opción polaca” de transformarse a la social-democracia y que es preferente luchar con la misma ideología comunista, pero teñida de nacionalismo agresivo.

Entre los demócratas, algunos líderes de dichos movimientos que derrocaron al comunismo rompieron con la renuencia de sus líderes inmediatos de formar partidos. Uno de ellos fue al entonces ministro de Finanzas checoslovaco Václav Klaus, que formó la ODS de los elementos de centro-derecha del Foro Cívico para competir en las elecciones de 1992, a pesar de la enemistad que esto causó con Havel. La centro-izquierda checa la ocupa un partido no-comunista, el Social Demócrata, que data desde antes del comunismo y aunque reprimido (varios de los disidentes pertenecían a este partido), fue tolerado bajo la dictadura.

Su líder, Jiří Hájek, fue coautor del manifiesto disidente, Carta 77, junto con un entonces desconocido joven escritor llamado Václav Havel. Más tarde, Hájek, que pasó algún tiempo bajo arresto domiciliario durante el período de “normalización” después de 1968, posicionó a su partido como la opción de una izquierda democrática anticomunista en Checoslovaquia (y luego la República Checa).

Aunque al principio este partido fue rechazado por los votantes cansados de “izquierdas”, su porcentaje del voto fue incrementando con cada elección hasta que triunfó y formó un gobierno en 1998 bajo Miloš Zeman. Este último había ingresado brevemente al partido comunista en 1968 porque simpatizaba con las reformas liberales de Dubček, pero, al igual que Hájek, luego fue purgado durante la “normalización” (restauración comunista) de Gustav Husák.

El partido comunista checo, cuyos recursos fueron confiscados al comienzo de la transición y sin contar con simpatizantes de mayor nivel dentro de las estructuras gubernamentales (debido a la lustración), no tuvo otra opción que mantener ese nombre y al no poder ocupar la izquierda moderada, optó por quedarse al margen como una izquierda dura.

En Estonia sucedió algo muy parecido a lo ocurrido en la República Checa. Mart Laar también reunió a los elementos centroderecha y liberales dentro del Frente Popular para formar su partido Isamaa (Pro Patria), y luego entró en coalición para formar sus gobiernos con otros partidos más: el partido nacionalista Independentista Estonio (de Lagle Parek, el cual luego se fusionó con Isamaa, formando Isamaaliit), el ultra-liberal Partido Reforma (del banquero central y “padre del kroon” Siim Kallas) y con Mõõdukad, el cual se describe como “socialista de derecha”, liberal y anticomunista.

Esto lo hizo Laar a pesar del espíritu de fraternidad y propósito común que existía inicialmente entre todas las fuerzas políticas que lucharon juntas para lograr la independencia de la Unión Soviética. Laar se dio cuenta de que esa confraternidad iba a acabarse una vez que se lograra la independencia de Estonia y la tarea difícil de reformar tendría que llevarse a cabo por un sistema con partidos definidos y disciplinados. En Rusia, los liberales y anticomunistas formaron el Movimiento Rusia Democrática (DDR) como el “vehículo liberador” para emancipar a Rusia de la Unión Soviética y democratizarla.

El DDR nació en el parlamento soviético, cuando los liberales y comunistas reformados se constituyeron en la fracción Grupo Inter-Regional de Diputados Populares de la Unión Soviética en 1989. Este grupo incluía como líder al padre de la bomba de hidrógeno soviética, el entonces recién liberado (del exilio interno) premio Nobel y diputado popular, Andrei Sajarov, y demás colegas como Galina Starovoitova, Yuri Shchekochijin, Boris Yeltsin, Yuri Afanasev, Gavriil Popov, entre otros.

DDR organizó las grandes manifestaciones anticomunistas que a principios de 1990 obligaron al KPSS a cancelar su monopolio legal sobre el poder, conquistaron los gobiernos de Moscú y Leningrado, un gran número de escaños en el parlamento ruso en 1990, y la presidencia ejecutiva rusa en junio de 1991 cuando su candidato, Yeltsin, ganó en la primera vuelta electoral. Yeltsin, sin embargo, al ganar la elección y al consolidar su poder dos meses después con su rol en el colapso del golpe de Estado, y más tarde con el desmembramiento soviético, rehusó asociarse con partido alguno, prefiriendo en vez proyectarse como el “padre de la patria”, como un presidente para todos los rusos.

Yeltsin en sus nombramientos de personal prefirió a ex comunistas (especialmente sus colegas de Sverdlovsk) más que a los liberales del DDR. El DDR se dividió y para 1992 ya era una fuerza gastada. Uno de sus fundadores y co-presidentes, Lev Ponomarev, mencionó que la principal razón había sido que DDR fue creada para terminar con el monopolio comunista, y su misión fue cumplida.

Varios partidos constituyentes del DDR se habían separado del mismo, pero nacieron débiles y atomizados. Uno de los primeros en separarse, justo antes del golpe de 1991, fue el llamado Movimiento para las Reformas Democráticas, que se fundó como una especie de “partido de poder” pero democrático, por los alcaldes Gavriil Popov y Anatoly Sobchak, el vicepresidente Aleksandr Rutskoi, y los arquitectos de la perestroika, Aleksandr Yakovlev y Eduard Shevardnadze, entre otros.

El Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF) es el sucesor del Partido Comunista de Rusia (KPR), que se había separado del KPSS soviético en 1990 porque sus líderes se oponían a las reformas liberadoras de Gorbachov. Aunque el KPR de Ivan Polozkov y el KPSS fueron oficialmente vetados por Yeltsin justo después del colapso del golpe de agosto de 1991, más tarde la Corte Constitucional permitió que los comunistas se reconstituyeran pero como partido y no partido-Estado.