Un monumento recuerda en Sierras Bayas a los inmigrantes checoslovacos

Monumento a la comunidad checoslovaca de Sierras Bayas tras su restauración. Autor Raúl Cernak

El único monumento que recuerda en Argentina a los inmigrantes de origen checoslovaco, situado en el pueblo de Sierras Bayas, ha sido restaurado íntegramente. La escultura es una obra abstracta del artista Milan Dobeš, donada al municipio en 1979.

Monumento a la comunidad checoslovaca de Sierras Bayas tras su restauración. Autor Raúl Cernak
Dos cuadrantes azules situados en perpendicular son el cielo, y en el centro un molinete, que gira por efecto del viento, actúa como metáfora del sol. Concebida como una representación abstracta del universo y sus leyes, esta gran escultura que se alza en el pequeño pueblo argentino de Sierras Bayas no parece la clásica obra de homenaje a una colectividad.

Sin embargo, y tal como reza la placa conmemorativa en su base, lo es. La obra fue emplazada en el lugar hace ya 37 años como regalo del municipio a sus vecinos de origen checoslovaco, y precisamente este mes ha atravesado una restauración integral que la ha dejado como nueva.

Rodolfo Hala y María Koniar de Trnavsky,  foto: archivo de Raúl Cernak
Su curiosa historia comienza casi una década antes de su adopción por Sierras Bayas, con la Muestra Internacional de Esculturas de Buenos Aires, nos cuenta uno de los promotores de la restauración, el descendiente de eslovacos Raúl Cernak.

“Fue diseñado por el escultor checo Milan Dobeš, que está radicado en la actualidad, y tiene museo, en Bratislava. En el año 1970 se realiza una exposición en la ciudad de Buenos Aires, una muestra internacional de esculturas a la que es invitado Milan Dobeš. La escultura mide 3 metros por 2,5 de ancho. Es bastante grande, y ante la dificultad de poder trasladarla hasta la Argentina, se decide mandar los planos y hacerla en la ciudad de Olavarría. Acá se fabrica completamente la escultura para exponerla en la muestra, que se realiza el 8 de noviembre de 1970”.

Rodolfo Hala y María Koniar de Trnavsky,  foto: archivo de Raúl Cernak
Sierras Bayas, que destaca por su alta proporción de descendientes de checoslovacos, pertenece precisamente al partido de Olavarría. Una cosa llevó a la otra y varios años después la obra de Dobeš encontró un nuevo hogar.

“Se eligió la ciudad de Olavarría para la construcción por la gran cantidad de industria que se encontraba acá en la zona: metalurgia, fábricas y todas esas cosas. Aparte, una persona, el ingeniero Mario Barrone, intercedió con los encargados de esa muestra para que la escultura quede en Olavarría y sea donada a la colectividad checoslovaca. El señor Milan Dobeš tenía conocimiento, pero nunca vino a la Argentina. Él mandó los planos, que actualmente se encuentran acá en Sierras Bayas”.

Ceremonia de inauguración del monumento. Archivo de Raúl Cernak
Dobeš es uno de los mayores representantes eslovacos del constructivismo y sus obras destacan por sus elementos geométricos y cinéticos. Nada hay en sus trabajos que apunte a un significado de tipo identitario o nacional, más bien al contrario. Sin embargo su obra se convirtió en un símbolo colectivo.

“Esta obra se inaugura oficialmente en el año 1979, el 12 de febrero, siendo los padrinos de la misma un checo: Rodolfo Hala, y una eslovaca: María Koniar de Trnavsky. Esta obra, que muchos no la conocen, es la única escultura que fue dedicada a los inmigrantes checoslovacos en toda la República Argentina, y no sé si en el mundo hay alguna dedicada a estos inmigrantes”.

Patrimonio de toda la colectividad

Los descendientes de checoslovacos de Sierras Bayas se encargaron del mantenimiento del monumento durante todos estos años, concretamente de la pintura, rodamientos y soldaduras, pero en los últimos tiempos comenzaba a hacerse necesaria una restauración total.

Raúl Cernak,  foto: archivo de Raúl Cernak
La iniciativa vino de manos de los ciudadanos locales de origen checoslovaco Pablo Polk, Raúl Cernak, Ricardo Belusky y Esteban Sinkovic. En los trabajos también participaron otros descendientes, como Óscar Rikal y Martín Wagner, que se encargaron de los rodamientos, aunque la aportación decisiva vino de manos del holding checo Vítkovice, nos cuenta Cernak.

“Se restauró de forma completa, y esto se logró gracias a una empresa checa: Vítkovice. Yo me enteré que acá en Olavarría ellos tienen una empresa, Cidegas, que pertenece al holding checo Vítkovice. Decidí hablar con esta gente, solicité una entrevista, y pude comunicarme con el encargado general en la República Argentina, el señor Zdeněk Sykora. Al enterarse de esto de la escultura, perfecto, de inmediato decidió repararla acá en los talleres de Cidegas, cosa que se realizó, y hace una semana fue nuevamente colocada en su lugar completamente restaurada”.

La comunidad local de hijos y nietos de checoslovacos puede así enorgullecerse no solo de disfrutar de un monumento único en su naturaleza e historia, sino también de seguir contando con la suficiente identidad y capacidad organizativa para poder mantenerlo en un estado impecable.

La comunidad checoslovaca local se formó en los años 20 del siglo pasado, atraída por la posibilidad de trabajar para la nueva fábrica de cemento local, nos explica Cernak.

Monumento a la comunidad checoslovaca de Sierras Bayas tras su restauración. Autor Raúl Cernak
“Mi padre llegó en el 29, mi abuelo en el 27. Nosotros somos de la parte de Eslovaquia. En ese momento se calculaba en más de 200 los inmigrantes que llegaron acá a Sierras Bayas. Entonces la mayoría trabajaba en el ferrocarril y en la fábrica de cemento. Había, hay todavía, una fábrica de cemento, Portland, de capital americano, que empezó a funcionar en 1919. La mayoría de los emigrantes que venían, casi todos trabajaban en la fábrica de cemento. Los checos eran menos que la colectividad eslovaca. Pero bueno, acá nunca hubo ninguna división, siempre fuimos y seremos checoslovacos. Checos, moravos, eslovacos, es como nos enseñaron nuestros abuelos”.

De hecho, para Cernak la patria de su padre es Chequia y Eslovaquia sin distinción, y su familia más cercana, una hermana de su padre, vive todavía en la ciudad checa de Mělník. Y es que al otro lado del Atlántico el llamado divorcio de terciopelo nunca tuvo lugar.