Dos checos patinan Latinoamérica de norte a sur

Marek y Michal en el Salar de Uyuni (Bolivia), foto: Archivo personal de Marek Jelínek

Recorrer a América Latina sigue siendo un sueño para muchos europeos. Uno de ellos es Marek Jelínek, quien transitó la región en monopatín.

Marek Jelínek,  foto: Ana Briceño
Hace casi exactamente un mes que Michal Kohoutek y Marek Jelínek volvieron a su pueblo natal en Chequia, Kolín, después de un largo y arduo viaje a través de América Latina.

El recorrido duró unos ocho meses y lo realizaron con su propio medio de transporte: dos monopatines (también llamada patineta o patinete), especialmente preparados para la larga travesía y para llevar anexado el equipaje. Solo el monopatín pesa unos 8 kilos y a eso se le suman unos 20 o más kilos de equipaje. Sobre este vehículo de dos ruedas, sin más protección que un casco, el dúo expedicionario sobrevivió lluvias torrenciales, ataques de perros callejeros, heladas, horas de sol incandescente y otras adversidades.

La idea original era hacer el viaje a dedo o, como se dice, en muchas partes de Latinoamérica, pidiendo cola. No obstante, eso no hubiese sido ninguna nueva hazaña. Nos explica Marek Jelínek, por qué decidió hacerlo todo más difícil y engorroso con el monopatín.

Marek y Michal en el Salar de Uyuni  (Bolivia),  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
"Me pareció original, puesto que todos van en bicicleta, en carro o en moto, pero en monopatines nadie había estado. Además, quería demostrar que cuando quieres algo, cuando deseas algo, o que tienes como ante todo una especie de misión debes demostrarte no solo a ti mismo sino también a los demás que puedes con lo que sea".

Probablemente cuando Jelínek ganó de niño una carrera de monopatines ni soñaba con que algún día contaría con una versión más grande y poderosa de ese pequeño monopatín. Después de erigirse como ganador en la infancia, su relación con este medio era solo utilitaria.

"Sí, andaba en monopatines antes. Lo que hacía en realidad era que visitaba a mis amigos, de una calle a otra calle. Después pensé que sería bueno viajar en uno de ellos y empecé a dirigirme a empresas buscando apoyo para el viaje a través de Centro y Suramérica. Después me di cuenta de que existían los monopatines grandes y así empecé a desplazarme en estos, como unos seis meses antes de partir".

De Cancún a San Paulo

Marek Jelínek y su monopatín,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
Para Marek se trataba de la quinta vez en América Latina, pero la primera vez allá en monopatines. Su compañero de viaje, Michal, por su parte, nunca había viajado, lo más lejos había sido a Alemania, según agrega entre risas Marek.

El viaje comenzó el 20 de noviembre del año pasado en Cancún, y en aquel entonces se habían unido a la iniciativa de Marek seis monopatinadores que, por diferencias en torno a prioridades, intenciones e intereses se fueron separando a lo largo de la ruta, cuya primera parte transcurrió así, como nos indica Marek en el mapa:

"Fuimos a través de la Carretera 307, es decir, todo Yucatán, por Tulum, Chetumal, hasta Belice. Luego por todo Belice hasta el puerto Punta Gorda y de allí en barco hasta el primer puerto guatematelco que se llama Puerto Barrios. De allí seguimos a Honduras, a San Pedro de Sula, unos 200 Km hasta El Salvador, a Santa Ana. Desde allí continuamos por la costa salvadoreña, por la playa El Cuco, por San Miguel hasta el puerto La Unión y desde allí en barco hasta Nicaragua".

A Nicaragua llegó Michal para unirséle y entre ambos llevaron las dichas y desdichas hasta el destino final. Agrega Marek que Centroamérica les sirvió sobre todo de entrenamiento para el sur, donde les esperaban vías más intrincadas como el páramo andino, los Andes y el Altiplano. Alcanzaron una altura máxima de 4388 metros sobre el nivel del mar.

En la frontera Argentina-Paraguay,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
Los muchachos siguieron bajando por Costa Rica hasta Panamá y, como ya habían hecho antes, montaron sus monopatines en barco para alcanzar el primer país de América del Sur, que en este caso fue Colombia. Una curiosidad es que el paso entre Panamá y Colombia tenía que resolverse en avión o en ferry, pues hasta el día de hoy no hay carretera que una a ambos países, solo selva.

De tierra colombiana se movieron a Bolivia, Perú, Argentina, Paraguay y, finalmente, Brasil. Este último no estaba en el plan de viaje, debía ser, según la intención original, el extremo sur de Chile, concretamente Punta Arenas, pero las heladas los hicieron retractarse del hemisferio austral y girar hacia parajes tropicales.

Las memorias entrañables y la atemporalidad

Lejos de la comodidad de casa y en una aventura tal, los accidentes, la inseguridad y la escasez se hacían latentes, pero no faltaba quien apareciese para compensar. Los recuerdos más entrañables de Marek están vinculados a un lugar en Colombia.

"Yo vi un cartel que decía Vivero El Colibrí. Entonces entramos y había un ser maravilloso, Alexandra, una señorita, bueno una mujer. Le preguntamos si tenía agua, me dio agua, sopa... estuvimos allí diez días. Hablábamos sobre el ritual de ayahuasca o yaje. Todo, su familia, su mamá y los niños nos cuidaron. Yo tenía un absceso en la pierna derecha y allí me curé bien".

Además de las experiencias directas con la gente, Marek nos habla de sensaciones.

Michal,  Marek y llamas,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
"La experiencia para mí estuvo también en la libertad. Para mí, fue la gran recompensa, que detienes el tiempo, que este no es algo que tengas que resolver, que estás en absoluta tranquilidad y paz. Disfrutas esa libertad de no tener que estar, por ejemplo, a las 9:30 en la radio o sabes que de repente se te va el tren y tienes clase. Sabes, no estás en apuros, no tienes prisa de llegar a ningún lado".

De América Central dice Marek recordar la sensación interminable de calor; del norte de Suramérica y Paraguay, el buen tiempo, la alegría y espontaneidad de la gente; de Perú, Bolivia y la región del Altiplano, una sensación de frío, tanto en el aire como en la gente; y de Brasil se llevó la impresión de un país muy europeizado, al menos de lo que logró ver.

En general cuando escucha la palabra Latinoamérica, esto es lo que dice que viene a su mente:

ʺEl Amazonas. Yo no soy mucho de monumentos, porque no me atraen simplemente, los he visto, pero hay muchos turistas. Me gusta la tranquilidad y más bien la atmósfera, la energía de Suramérica que no se halla en los monumentos sino en las selvas y ahí donde hay grandes ríos; o simplemente en la gente normal dentro de las familias, el buen ambiente; la gente, que se ríe de sí misma, con quien nos reímos el uno del otro, espontáneamente… eso, cosa que aquí en Chequia no sabemos hacerʺ.

La comida siempre forma parte de los mejores recuerdos de un viaje y para Marek, el fruto americano inolvidable es el plátano.

"¿Tú no sabes lo que es el aborrajado? Es de Colombia, es un manjar absoluto, es un palito de plátano horneado. Y es totalmente maravilloso. Plátano maduro".

¿Y dónde dormiremos esta noche?

Con los bomberos,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
Una cama fue algo que los muchachos contadas veces vieron durante su viaje. A pleno aire libre, en una hamaca o sobre una colchoneta en el piso le daban descanso al cuerpo después de la jornada sobre las ruedas. Cuenta Marek que era algo que resolvían sobre la marcha y según las condiciones.

Nos dice en español la frase mágica que utilizaba cuando caía la noche y el cansancio se hacía persistente:

"¡Hola!, estamos los primeros en el mundo con la patineta expedicionando o los expedicionistas con la patineta. No tengo mucho dinero, ¿es posible aquí dormir?".

Los bomberos de Latinoamérica parece que han asumido entre sus labores de rescate dar refugio a los viajeros extenuados y es así como las estaciones de bomberos fueron casi su alojamiento más usual.

Añade que el monopatín era algo que siempre les abría las puertas porque como dice: "los monopatines fueron para ellos como el Cristobal Colón de la nueva era". Solo pagaron alojamiento cuando helaba, sobre todo en Bolivia, donde vivieron las temperaturas más bajas. Del resto, una conversación espontánea con alguien podía desembocar en una invitación a quedarse a dormir, lo que por supuesto siempre era bienvenido.

La relatividad de los peligros

La novedad del patinete,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
Cuando se piensa en la región latinoamericana entre tanta espontaneidad, misticismo y naturaleza incomensurable, hay siempre una idea de peligro. Pese a que los chicos los robaron, cuando le preguntamos si es América Latina un lugar peligroso responde Marek con certeza.

"La gente exagera, eso no es verdad, no es. Suramérica está llena de gente fantástica, increíble y sonriente. Esa es mi percepción. Si hay algo en lo que América Latina es peligrosa, el único peligro que nos amenazó fueron los perros, muchos perros. Había muchos perros, los ataques de perros a nuestros monopatines formaban parte de nuestra rutina diaria. Están locos. Cuando va una moto ellos la corren e intentan morder las ruedas".

Marek logró descubrir una finta que consistía en parar el monopatín cuando los perros lo seguían. Parar y voltearse. Dice que esto daba resultado, que los perros metían el rabo y se iban. Michal, por su parte, no corrió con tanta suerte.

"Michal no entendió eso y lo mordió un perro. No lo entendía y él siempre le daba más rápido al monopatín y, por supuesto, el perro veía que la cosa iba más rápido y se esforzaba mucho más", agrega Marek.

Michal y Marek con la bandera checa,  foto: Archivo personal de Marek Jelínek
Además de las jaurías, las lluvias y los deslaves ocasionados por éstas fueron los únicos verdaderos sustos que pasaron, según las palabras de Marek. Agrega que los conflictos internos y las políticas internacionales de los países resultaron en un obstáculo para cumplir algunos de sus deseos, es el caso de la frontera colombo-venezolana. Nos muestra Marek en el mapa su deuda pendiente.

ʺYo quería ir a Venezuela, ir desde Colombia por el Orinoco hasta Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana y desde ahí hacia el sur, hacia el Salto Ángel. Entonces, la tengo mapeada, y también aquí, las montañas que están por aquí que deben ser estupendas. Yo estoy esperando el momento para ir a Venezuelaʺ.

Por ahora, los muchachos se encuentran descansando del monopatín y de los viajes. Todavía les queda mucho por procesar de la aventura que fue mucho más que un viaje una experiencia vital colmada casi que de todo lo que es inherente a la vida: alegría, incertidumbre, miedo, molestias, sorpresas y grandes recompensas.

Autor: Ana Briceño
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