Un siglo de emigración checa a Chile

‘Checos y Eslovacos en Chile en el siglo XX’

El libro ‘Checos y Eslovacos en Chile en el siglo XX’ (‘Češi a Slováci v Chile ve 20. století’), constituye un aporte esencial a la poco estudiada historia de la emigración checoslovaca al país andino. Sus autores, el antiguo embajador checo en Chile, Jiří Jiránek, y el profesor de historia Ivo Barteček, presentaron su trabajo en el Instituto Cervantes de Praga.

Ivo Barteček y Jiří Jiránek,  foto: Instituto Cervantes
Hasta la construcción del Canal de Panamá en 1914 Chile fue un país de difícil acceso para la inmigración europea, y consecuentemente checos y eslovacos emigraron hasta allá de forma tardía y en cantidades reducidas. De hecho en los años noventa solo se contaban unas 200 familias descendientes de checos. Su número manejable le permitió al embajador checo Jiří Jiránek contactar a las familias, revisar archivos y recopilar prácticamente toda la información esencial durante su estadía de 1998 a 2002.

Fruto de su trabajo es este ‘Checos y Eslovacos en Chile en el siglo XX’, donde aparecen registrados todos los emigrantes checos, sus origenes y su destino en el nuevo país.

‘Checos y Eslovacos en Chile en el siglo XX’
Como no podía ser de otra manera, la evolución de la emigración checa está íntimamente ligada a las diferentes fases de la historia del país. Así, los primeros inmigrantes procedentes de lo que hoy es Chequia no eran checos, sino sudetoalemanes. Con los descendientes de esta primera oleada migratoria se dieron situaciones curiosas, como explica Jiránek.

“Pensaban que habían llegado desde Austria. Ya ni sabían que la Checoslovaquia de aquel tiempo era su país natal. Ya la tercera y cuarta generaciones iban a buscar las raíces natales de sus familias. Y la mayoría había llegado desde la ciudad de Broumov, que se llama Braunau en alemán. Y existe otro Braunau en Austria, donde nació Hitler, y ellos pensaban que era ese Braunau. Llegaban allí y la gente local ya lo sabía y los orientaban como llegar al Braunau checo”.

Tomáš Baťa,  foto: ČT24
En la actualidad, prosigue Jiránek, curiosamente muchos de estos descendientes de sudetoalemanes frecuentan el Círculo Checo de Santiago de Chile aunque sus antepasados no formaban parte de esta nación.

Los checos de verdad empezaron a llegar a principios del siglo XX y sobre todo durante la Primera República Checoslovaca. Se trataba de trabajadores cualificados, que los chilenos empleaban en su creciente sector industrial, o empleados de empresas checas como la multinacional Baťa.

La República de Chile,  fuente: Sansculotte,  Wikimedia Creative Commons 3.0
La oleada más numerosa vino sin embargo antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando muchas familias judías, tanto de habla checa como germanohablantes, escaparon al Nuevo Mundo huyendo de la persecución nazi. Y todo a pesar de que el gobierno chileno de la época no se lo puso fácil, comenta Jiránek.

“Porque ya habían llegado muchos judíos de otros países de Europa, habían empezado ya a cerrar la puerta a los judíos. Pero la mayoría, 625 personas, es bastante, pudieron llegar y se establecieron allí muy bien. Hubo mucha gente muy conocida en arte, industrias. Los judíos se ayudan entre ellos, así que los no ricos podían disfrutar de la ayuda de sus compatriotas más ricos”.

Precisamente, de entre todos los checos en Chile, el mejor ejemplo de emigrante de éxito, hecho a sí mismo en su nueva sociedad, es de ascendencia judía.

Milan Platovský,  foto: Archivo del Club de Checos y Eslovacos
“El checo más conocido murió hace un mes: Milan Platovský. Judío, pero un judío que pasó toda la guerra en campos de concentración. En el de Osvětim (Auschwitz) y otros. Y después con el comunismo decidió huir. Llegó a Chile en el 54. Le ayudaron otros judíos con préstamos de dinero. En pronto empezó a ganar, devolvió los préstamos, y amplió su pequeña industria. Con Allende tuvo que huir. Dirigió una fábrica en México y después con Pinochet volvió. Durante mi estadía ganó un premio al mejor ejecutivo del año en Chile”, continuó el diplomático.

El contexto político en Checoslovaquia después de la guerra, con la llegada del comunismo en 1948, impulsó una nueva oleada, esta vez de carácter ideológico. Tras esta breve afluencia la cortina de hierro separó a los dos países salvo por esporádicos intervalos.

Salvador Allende,  foto: Wikimedia Commons Free Domain
“Entre 1955 hasta el 89 llegaron solo 50 personas. Llegaron algunos en el 68 después de la ocupación rusa. Pero esta gente huyó antes del gobierno de Allende a otros países. Así que no se quedaron en Chile”, prosiguió Jiránek.

De esta manera quedó configurada una comunidad de inmigrantes checos fragmentada y de orígenes diversos, que por diferentes motivos no pudo, o no supo, mantenerse realmente unida, como explica Jiránek.

“No hubo mucha relación ni entre la misma ola, porque también se trata de este esfuerzo por sobrevivir y encontrar trabajo. Así que muchos vivían dentro de sus familias, especialmente aquellos cuya pareja era local. Y solamente en el periodo moderno, y también durante la segunda guerra, se unían los circuitos y vivían más juntos. Pero después de la guerra ya empezaron los conflictos entre comunistas y no comunistas entre ellos y comenzaron a separarse de ellos. Tampoco hicieron tanta amistad los judíos con los demás”.

Augusto Pinochet,  foto: Wikimedia Commons Free Domain
El mencionado gobierno de Salvador Allende, entre 1970 y 1973, supuso un punto y aparte en la comunidad checa en Chile. Las reformas sociales y económicas, de tinte socialista, y las tensiones sociales y políticas que se crearon, provocaron la salida de aproximadamente el 80% de los checoslovacos que vivían en el país. De estos la mayoría emigró a Estados Unidos.

Chile rompió las relaciones diplomáticas con Checoslovaquia incluso antes de la llegada de los comunistas al poder, en 1947. La relación se restableció en 1965 pero se volvió a interrumpir en 1973 tras el golpe de estado de Augusto Pinochet. Checos y chilenos recuperarían el contacto diplomático en los años 90, una vez restablecido el sistema democrático en ambos países.

Se abrió así una nueva era de mayor permeabilidad entre la República Checa y Chile, que coincidió con el aumento del interés de los inmigrantes de tercera y cuarta generación por buscar sus raíces y estrechar lazos con el Viejo Continente.

Santiago de Chile,  foto: Christian Van Der Henst S.,  Wikimedia Creative Commons 2.0
Es este el contexto que vivió Jiří Jiránek como embajador en Chile, puesto en el que colaboró con iniciativas que perduran hoy día como el Círculo Chileno-Checo.

“Ellos establecieron ya a principios de los 90 un círculo de compatriotas en Santiago. Vienen también de otras ciudades pero la mayoría de los checos y eslovacos viven en Santiago de Chile. Ellos se encuentran, celebran el día de San Venceslao anualmente, tienen un grupo de baile folklórico, muy buen grupo, bailan en trajes típicos, que se hacen ellos, hay cursos del idioma. Allí empiezan a aprender checo, precisamente la generación más joven”.

Entre los emigrantes checos que se establecieron en Chile hubo de todo: artistas, empresarios, incluso hasta diez sacerdotes y tres aristócratas, gente que cumplió su sueño y triunfó a pesar de las adversidades y otros que nunca pudieron salir de la pobreza en la que llegaron. Todos comparten sin embargo un rasgo en común, el esfuerzo de abandonar su tierra para vivir en una sociedad nueva y desconocida. El libro ‘Checos y Eslovacos en Chile en el siglo XX’ fue publicado por la Universidad Palacký de Olomouc en 2012.