Cuando Checoslovaquia dio la espalda al Plan Marshall

Checoslovaquia rechazó beneficiarse del Plan Marshall hace ya 70 años. El Gobierno del país, dependiente ya en 1947 de la Unión Soviética, rechazó la ayuda económica estadounidense por indicación expresa de Moscú.

George C. Marshall
Una vez acabada la II Guerra Mundial, Estados Unidos emprendió una política de ayudas económicas a los países beligerantes con el doble objetivo de librarse de sus excedentes de producción y al mismo tiempo afianzar su poder económico y político en su esfera de influencia.

Las subvenciones, que habían comenzado ya en 1945, tomaron forma definida y sistemática con el llamado Plan Marshall. En 1947 se organizó una conferencia para acordar la participación en el programa, a la que fue invitada también Checoslovaquia.

El Gobierno Checoslovaco, en ese momento formado por una coalición de izquierdas encabezada por el Partido Comunista, coincidió unánimemente en su participación. Se trataba sin embargo de una decisión vacilante. El país ya estaba en ese momento dentro de la órbita comunista, y aunque conservaba aún sus instituciones y formalmente era una democracia, sus dirigentes sabían que se encontraban a merced de Stalin.

El ministro de Relaciones Exteriores, Jan Masaryk, no adscrito a ningún partido político, consultó tres veces con el embajador soviético la postura a tomar, pero este le respondió que carecía de instrucciones al respecto. El 7 de julio se aceptó por tanto formalmente la invitación a la conferencia, aunque a nadie se le escapaba que aceptar esas ayudas significaría un paso hacia Occidente, subraya el historiador Jan Kuklík, de la Universidad Carolina.

“Naturalmente, aquí podría haber habido motivos económicos de las sociedades que después participaron del Plan Marshall. Pero los motivos políticos que llevaron al plan están en primer lugar. Se trata sobre todo de una reacción al desarrollo posbélico, a la situación alemana, a lo que estaba pasando en Europa Central y Oriental, y también en Asia. Esto llevó a los Estados Unidos, a la administración Roosevelt, a idear una manera de reaccionar a la política de Stalin en Europa”.

Indirectamente, los suministros de alimentos y el desarrollo económico provocado llevarían a la paz social y restarían credibilidad al ideario comunista, prosigue Kuklík.

“Hay que recordar que para los Estados Unidos esta ayuda económica debería llevar a que Europa se estabilizara, y con esta estabilidad política y social se podría luchar contra los pronunciamientos sociales más radicales”.

Además, aceptar el Plan Marshall, aunque no suponía consecuencias políticas directas de ningún tipo, conllevaba compromisos de transparencia en cuanto a presupuesto, recursos naturales o necesidades económicas, que serían incompatibles con un tipo de régimen político y económico de modelo soviético.

El no de Moscú

Jan Masaryk,  foto: ČT
Lo que la mayor parte de los ministros checoslovacos no sabían era que mediante un cable secreto, Stalin había ordenado a la cúpula comunista la no participación en el plan Marshall. De hecho, poco después del sí de Checoslovaquia, el primer ministro, el comunista Klement Gottwald, y el ministro de Exteriores Masaryk, fueron llamados a Moscú. En el Kremlin, Stalin les recriminó que desobedecieran las instrucciones dadas y ordenó en persona que Checoslovaquia rechazara su presencia en la conferencia.

A su vuelta, el 10 de julio, tan solo tres días después de decir que sí, Checoslovaquia anunció un no definitivo a las ayudas estadounidenses. Ningún miembro del Gobierno osó oponerse a los dictados de la Unión Soviética. Era ya evidente que el destino de Checoslovaquia como país comunista a la sombra de Moscú era ya una realidad, afirma Jan Kuklík.

“Esto hizo evidente la situación peculiar en la que se encontraban los políticos no comunistas, que deseaban la ayuda económica brindada por el Plan Marshall pero al mismo tiempo no querían amenazar su alianza con la Unión Soviética”. Kuklík llama la atención además sobre el hecho de que aunque Gottwald había querido participar en la conferencia del Plan Marshall, su intención era sabotearlo desde dentro, no beneficiarse de él.

“Cuando Gottwald fue con su delegación a Moscú ya sabía que había cambiado la postura de la Unión Soviética. En los archivos hay documentada una circunstancia interesante, y es que aunque la Unión Soviética al principio había permitido a Checoslovaquia que participara en la conferencia sobre el Plan Marshall, era para que influyera las negociaciones a favor de la Unión Soviética, en su caso para que la saboteara y se llevara consigo a otros países fuera del plan. Es una muestra de cómo era realmente la política de los comunistas durante el gobierno de Gottwald”.

Iósif Stalin y Klement Gottwald | Foto: Česká televize
En el reparto de Europa llevado a cabo por Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia había caído en el campo comunista. Incidentes como el rechazo al Plan Marshall demostraban que los políticos demócratas, ante la tesitura de actuar de forma independiente y hacer enfadar a Stalin, preferían agachar la cabeza. Lo sucedido el 10 de julio de 1947 es visto por los historiadores precisamente como un anticipo de la toma de poder comunista de febrero de 1948.

Las autoridades tuvieron que explicar a la sociedad el cambio súbito de postura con respecto al Plan Marshall. Se habló de una ayuda económica soviética a cinco años que supondría un equivalente a lo ofrecido por Estados Unidos. Historiadores y economistas coinciden sin embargo en que las entregas de petróleo, cereal y algodón soviético tuvieron poca influencia en la economía nacional.

Es difícil predecir qué habrían supuesto los suministros norteamericanos en la economía checoslovaca. Al contrario que Alemania o Francia, el país había salido prácticamente intacto de la contienda y desde 1945 experimentaba un gran crecimiento económico, por lo que no se veía tan necesitado de ayuda.

En Europa Occidental, sobre todo en Alemania, Francia e Italia, el programa estadounidense cumplió con los objetivos prefijados. Estas sociedades se desarrollaron más rápido y se asentaron los cimientos del estado del bienestar. Los partidos comunistas locales perdieron fuerza y pasaron a un segundo plano, tampoco pudieron explicar de forma coherente por qué se oponían al Plan Marshall.

Autor: Carlos Ferrer
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