Los checos protagonizaron la mayor revuelta naval de la flota austrohúngara

La revuelta naval en labase de Kotor

A pesar de no contar con vías marítimas, Chequia tomó el liderazgo en el motín más serio que se llevó a cabo en la armada austrohúngara hacia el final de la Primera Guerra Mundial.

La revuelta naval en labase de Kotor
Quizás el recuerdo más vívido que se tiene acerca de los motines de finales de la Primera Guerra Mundial es el de la revuelta provocada por las Fuerzas Marítimas Alemanas en noviembre de 1918, pero muchos desconocen que en febrero de ese mismo año hubo un motín más serio entre los Poderes Centrales europeos, conformado por marineros de la armada austrohúngara, localizados en la base de Kotor, en lo que es ahora Montenegro.

De hecho, es interesante resaltar que fueron marineros checos los que jugaron un papel importante en el levantamiento del motín, el cual se inició en uno de los cruceros de batalla más modernos de ese tiempo, El Sankt Georg.

Los checos, al frente del motín

Los checos jugaban un rol fundamental en la flota austrohúngara, algunos de los altos mandos argumentan que sin la participación checa el motín hubiera podido ser abatido en un solo día.

Para contextualizar un poco, en noviembre de 1917 la Revolución Rusa había comenzado a gestarse y junto con ella la promesa de dar poder a la clase obrera y poner un fin a la guerra, lo cual fue sin duda un mensaje atractivo que también resonó en la marina austrohúngara.

František Rasch
Fuera de combates esporádicos, durante ese año la armada austrohúngara no había sufrido grandes daños y, de hecho, gozó de varias victorias en contra de oponentes italianos, franceses y británicos. En la Primera Guerra Mundial, se trataba de una armada bastante importante, con un personal de 34.000 marineros y su base en la costa adriática, a lo largo de todo lo que más tarde sería Yugoslavia.

Uno de los líderes checos fue František Rasch, un oficial no comisionado de la flota. Existe un debate sobre su nacionalidad, ya que hay quienes argumentan que hablaba alemán y que por tanto no era checo, no obstante; en aquellos tiempos la nacionalidad no se trataba de un asunto a blanco y negro y, en distritos donde alemanes y checos tenían un contacto cercano, era usual que se hablaran los dos idiomas y que las familias estuvieran conformadas por miembros de ambas naciones.

Monumento a František Rasch en la ciudadd de Přerov,  foto: Palickap,  CC BY-SA 4.0
Se estima que por lo menos un 10% del personal marítimo Austrohúngaro era checo. Una de las razones era porque se pensaba que tenían las destrezas técnicas requeridas a bordo. En las ramas nuevas e incluso más peligrosas de los combates submarinos, se cree que la proporción checa en la flota era de hecho más alta y que hubiera podido completar alrededor de un tercio del total.

Rasch no fue el único checo al mando del motín. Jindřich Marek, miembro del Instituto de Historia Militar en Praga recuenta como Rudolf Kreibich desempeñó también un papel activo

“El venía de Praga y era un músico en la banda del Sankt Georg. Era uno de los guías espirituales y uno de los que se encargaba de los marineros. Inicialmente, hubo algunos exaltados como los italianos de Istria o los croatas y, en la primera etapa, el motín se convirtió en una revuelta de destrucción, pero eran los checos los que querían poner esto en un nivel más racional y organizado”.

Resistencia por tres días

El motín de 1917 se hizo público al izarse la bandera roja en el Sankt Georg, un oficial que se resistió recibió un tiro en la cabeza; así mismo, algo del equipamiento fue destrozado y arrojado por la borda. En concreto los amotinados se deshicieron en primer lugar de un objeto que simbolizaba todo aquello por lo que se rebelaban: un potro de gimnasio usado para el ejercicio obligatorio de la tripulación, a pesar de que estaban debilitados por su pobre alimentación.

El Sankt Georg
Precisamente los problemas de escasez de suministros y de comida, junto con el deseo de que hubiera negociaciones de paz y se llegara al fin de la guerra, provocaron el motín en El Sankt Georg.

El rol principal de los checos en el centro del motín fue luego reconocido, cuando el control fue tomado de nuevo por los oficiales comandantes, dice Jindřich Marek.

“Prueba de ello fue cuando el levantamiento fue desarmado después de tres días, el almirante Alexander Hansa y otros oficiales de la marina austrohúngara expresaron que sin los checos el motín hubiera podido ser abatido en un solo día”.

Pero el motín no pudo extenderse como sus partidarios esperaban. Aunque durante los tres días que duró el enfrentamiento participaron unas 40 embarcaciones y 4.000 marineros, los telegrafistas rehusaron comunicar mensajes al resto de la flota para anunciar que el motín había comenzado y animarlos a unirse. Además, en cuanto se restauró el orden en tierra se corrió el peligro de que embarcaciones leales abrieran fuego a las rebeldes, lo que puso a los amotinados en jaque.

Y efectivamente, el motín fue disuelto cuando fuerzas navales leales de la tercera flota acudieron a restaurar el orden. Adicionalmente, algunos de los rebeldes tuvieron dudas al respecto y fueron tentados por promesas de amnistía si se rendían o cambian de bandos.

Miles de amotinados fueron forzados a rendirse después de disputas y fuego abierto. Por otro lado, muchos de los líderes del motín fueron perseguidos aunque algunos alcanzaron escapar a Italia.

František Rasch junto con otros tres líderes de nacionalidad croata, fueron ejecutados el 11 de febrero de 1918 y sepultados en un cementerio cercano a los suburbios de Kotor. La tumba que posee una inscripción en piedra con los nombres de los cuatro marineros puede ser visitada hasta el día de hoy.

Desde la década de los cincuenta, también se encuentra un monumento a František Rasch en su lugar de origen, Přerov. Lleva el mensaje de que peleó y murió por un ideal y que ese ideal era la paz.

Autores: Martina Bílá , Melissa Castaño
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