Hace veinte años, el comunismo en Europa del Este se fue a pique

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Hace veinte años, la historia empezó a marchar deprisa en Europa del Este. En 1989 se desmoronaron todos los regímenes comunistas en esa región. El sistema totalitario fue derrocado en Polonia, Hungría, Checoslovaquia, República Democrática Alemana, Rumania y Bulgaria. Posteriormente se sumó también Albania. Nadie esperaba un desplome tan rápido del sistema comunista en los países que pertenecían a la zona de influencia soviética.

El ex disidente Jiří Dienstbier visitó en mayo de 1990 como ministro checoslovaco de RR EE la Universidad de Harvard, en EE UU, donde ofreció una conferencia en el Instituto para el estudio de Europa del Este. Al evento asistieron todos los célebres sovietólogos.

Eran personas que se dedicaron durante largos años a pronosticar la evolución en el bloque soviético.

”Les pregunté si hacía un año se le habría ocurrido a alguno de ellos lo que iba a pasar. Confesaron que ninguno había contado con semejante desenlace ya que habrían parecido como locos que inventaban fábulas. El súbito desmoronamiento del comunismo en 1989 cogió de sorpresa a toda la humanidad”, recordaba Jiří Dienstbier.

Al parecer, desde fuera no se veía con suficiente nitidez el descalabro de los regímenes comunistas y la incompetencia de sus dirigentes neostalinistas, que adquiría a veces rasgos grotescos.

Por ejemplo, el secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia, Milouš Jakeš, fue elegido al cargo por sus colegas del Comité Central precisamente por ser el menos competente.

De izquierda: Alois Indra,  Miroslav Štěpán,  Milouš Jakeš,  Zdeněk Horčík y Gustáv Husák  (Foto: CTK)
En 1989 el Partido Comunista checoslovaco ya estaba totalmente desprestigiado entre la ciudadanía. Su secretario general Jakeš se convirtió en el hazmerreír de todo el país.

Los ciudadanos disfrutaban del confuso discurso de Jakeš ante los funcionarios comunistas en Červený Hrádek, cerca de Pilsen, como si fuera una hilarante actuación de un exitoso artista cómico. (Se pude ver aquí:www.youtube.com/watch?v=kkVvPLXN2xo)

Con una voz dolida, Jakeš empezó por quejarse del dirigente socialdemócrata de Alemania Federal, Willy Brandt, y otros políticos occidentales que criticaban el pisoteamiento de los derechos humanos en Checoslovaquia y la persecución a los disidentes.

Ya que estaba entre los suyos, lamentó que en una coyuntura tan difícil el partido no recibiera ningún apoyo desde abajo, del pueblo. Para caracterizar la situación de los comunistas, Jakeš utilizó el modismo de que estaban solos como el espárrago en el yermo. Este dicho se difundió por el país con la velocidad del relámpago. Los ciudadanos gozaban ver en apuros al antaño todopoderoso Partido Comunista.

La gente se divertía escuchando como el máximo dirigente comunista confundía en su discurso dos palabras de origen extranjero que sonaban de manera parecida pero designaban cosas muy diferentes:bojler y brojler. Una designaba calentador de agua y otra, un pollo.Así, Jakeš contó a sus camaradas partidistas que en una granja avícola en Hungría se criaban diez mil calentadores de agua.

Milouš Jakeš  (Foto: CTK)
Obviamente, los checoslovacos no conocieron la grabación del cómico discurso del líder comunista a través de los medios de comunicación oficiales. El camino por el que llegó a los ciudadanos corrientes muestra cómo ya estaba minado el poder de los dirigentes neostalinistas.

La policía secreta StB grabó el discurso, sin que Jakeš lo supiera. Formaba parte de sus deberes hacerlo. Una grabación fue entregada al jefe del secretariado de Jakeš.

El funcionario que simpatizaba con la perestroika de Gorbachov, copió la grabación y por intermedio de sus amigos periodistas envió dos copias a los disidentes.

Los opositores enviaron la grabación al extranjero y pronto toda Checoslovaquia tuvo la posibilidad de disfrutar del discurso de Jakeš gracias a las emisiones de Europa Libre, Voz de América y otras estaciones.

El jefe de la policía secreta, el general Alojz Lorenc, ordenó buscar al culpable de la difusión del discurso pero fue sólo para salvar las apariencias. Lorenc jugaba en secreto contra Jakeš y la vieja guardia. Era partidario de realizar algunas reformas para impedir lo peor:que la oposición tomase el poder.

Milouš Jakeš y otros supervivientes estalinistas estaban efectivamente solos. Y desde el Kremlin ya no venían instrucciones sobre qué hacer, como en los tiempos de Leonid Brezhnev.

En la Unión Soviética gobernaba Mijaíl Gorbachov, a quien los viejos estalinistas checoslovacos llamaban “sepulturero del socialismo”.

Leonid Brezhnev
Cuando Gorbachov ocupó en 1985 el cargo de secretario general del Partido Comunista, la Unión Soviética estaba al borde de la bancarrota económica. Su atraso tecnológico en relación a Occidente era enorme.

El líder soviético comprendió que sin cierta democratización no se lograría una economía productiva.

A pesar de la obstinada oposición de los dirigentes comunistas conservadores, puso en marcha la perestroika con el fin de implantar formas democráticas de gobierno.

Inició la política de glasnost, transparencia informativa, que dio a los medios de comunicación rusos una libertad que jamás conocieron en la historia.

Las reformas de Gorbachov se parecían al intento checoslovaco del 68 de implantar el socialismo con cara humana.

Cabe recordar que los dirigentes conservadores que gobernaban en 1989 en Checoslovaquia, habían sofocado las reformas de la Primavera de Praga. Ahora veían con desagrado que un proceso democratizador similar se desarrollaba en la Unión Soviética.

Junto con la vieja guardia de otros países del Este esperaban que los bolcheviques fieles a la política totalitaria derrocasen al “revisionista” Gorbachov.

La esperanza de los líderes neostalinistas no se cumplió y Gorbachov les asestó un nuevo golpe al derrogar la Doctrina Brezhnev.

Esta doctrina obligaba a los países del Este a orientar su política según el rumbo indicado por Moscú. El país que se desviase de la línea moscovita sería castigado con una intervención militar de las tropas soviéticas.

A raíz de la Doctrina Brezhnev los países del Pacto de Varsovia, liderados por la Unión Soviética, agredieron en 1968 Checoslovaquia para aplastar la Primavera de Praga.

Gorbachov y su ministro de RR EE, Eduard Shevarnadze, decidieron anular la Doctrina Brezhnev porque mantener el control sobre Europa del Este conllevaba gastos incomportables.

El portavoz del Ministerio soviético de RR EE, Gennadi Gerasimov, sugirió en broma que la nueva línea de la política exterior de Moscú pudiera llamarse “Doctrina Sinatra”, según su tema “My Way”. En lo adelante, cada uno de los países del Este debía seguir su camino independiente.

En julio de 1989 Gorbachov declaró en la reunión consultiva de los dirigentes del Pacto de Varsovia, en Budapest, que la Unión Soviética no tenía el derecho político ni moral para intervenir en la evolución en los países de Europa Central y Oriental.

El destino de los regímenes comunistas en el Este de Europa estaba sellado. Sin el apoyo de los tanques soviéticos se desmoronaron en 1989 como castillos de naipes.

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