El pueblo de Lidice fue blanco de la venganza feroz de los nazis

Lidice, la finca de Horák

El 10 de junio se cumplieron 72 años desde la tragedia del pueblo checo de Lidice, en las proximidades de Praga. Ese día, en 1942, los nazis arrasaron la localidad para borrarla para siempre del mapa, a modo de venganza por el atentado contra el protector nazi, Reinhard Heydrich. Sobre este triste capítulo de la historia nacional versa la presente edición del espacio Legados del Pasado, Testimonios del Presente.

Lidice,  la finca de Horák
El pueblo de Lidice representa hasta el presente un símbolo de la barbarie nazi y a la vez de la creciente resistencia internacional contra la Alemania hitleriana. La masacre cometida en ese lugar tuvo como resultado el fusilamiento de 192 hombres, el envío de 196 mujeres y 88 niños a campos de concentración, y de otros menores a Alemania para ser reeducados. La aldea fue quemada y arrasada por completo.

De todos los habitantes de Lidice fueron hallados sólo 17 niños al finalizar la guerra. Y de las cenizas fue levantado un nuevo pueblo de Lidice, con un monumento recordatorio a las víctimas locales de los nazis y un extenso rosario, que ayudaron a crear personas del mundo entero.

Trasladémonos ahora en el tiempo y veamos lo que precedió a la venganza de los nazis en Lidice.

Tras estallar la Segunda Guerra Mundial y después de ser ocupada Bohemia y Moravia por los nazis, muchos checos se marcharon durante los años 1939 y 1940 al extranjero, para unirse allí a la resistencia. Un gran grupo de voluntarios se trasladó a Gran Bretaña y formaron allí unidades terrestres, otros entraron en la Real Fuerza Aérea Británica.

En Londres se encontraba entonces también el Gobierno checoslovaco en el exilio, que ayudaba desde el exterior a la resistencia nacional contra los nazis. Durante la guerra unos 35 grupos de paracaidistas fueron enviados al territorio checo para ayudar con los sabotajes en fábricas de armamentos por ejemplo.

Reinhard Heydrich,  foto: Bundesarchiv
Y fue asimismo en Londres donde se decidió enviar a Chequia a paracaidistas que perpetrarían un atentado contra el protector nazi de Bohemia y Moravia, Reinhard Heydrich, según sostiene el historiador del Monumento de Lidice, Vojtěch Kincl.

”Esa decisión fue adoptada por círculos cercanos al Gobierno checoslovaco en el exilio en Londres, pero al parecer, los ministros no sabían nada de la acción, con excepción del presidente, Edvard Beneš. Además de los paracaidistas que tenían la tarea de asesinar a Heydrich, artífice del proyecto del exterminio masivo de los judíos europeos, estaba previsto enviar al país varios otros grupos de paracaidistas que ayudarían a estabilizar la situación de la resistencia nacional en el territorio de Bohemia y también de Moravia”.

El 27 de mayo de 1942, dos miembros del grupo de paracaidistas, Jozef Gabčík y Jan Kubiš, realizaron el atentado contra Heydrich en el barrio de Kobylisy, en Praga. Debido a que el arma de Gabčík falló, tuvieron que improvisar y lanzaron un explosivo contra el automóvil en el que viajaba el protector nazi.

Reynhard Heydrich y joyas de coronación checas
Heydrich no murió en el lugar del atentado, pero fue gravemente herido y el 4 de junio falleció en un hospital de Praga a causa de las heridas sufridas. Su muerte fue recibida con alegría por los checos, ya que el protector mandó ejecutar a miles de ciudadanos checos. Sin embargo, la alegría no duró mucho tiempo.

Tras la muerte de Heydrich, la Gestapo, las SS y otros cuerpos de seguridad nazis desencadenaron una fuerte ola represiva contra los checos, impulsando su liquidación masiva, sostiene Vojtěch Kincl.

”En el curso de los primeros seis o siete días después del atentado, en el territorio de Bohemia surgieron unos 10 lugares donde se procedía a las ejecuciones. Unas 1.200 personas encontraron allí su muerte. Y lo paradójico es que la mayoría de ellos fue ejecutada después de que los nazis descubrieran el 18 de junio de 1942 a los autores del atentado y sus colaboradores, quienes se escondían en la cripta de la iglesia de San Cirilo y San Metodio, en Praga. Lo peligroso y terrible, a la vez que excepcional del nazismo fue que lograba manipular perfectamente a las personas. De tal manera, que eran capaces de transformarse en asesinos masivos en tan sólo unos instantes”.

Lugar de atentado,  barrio Libeň en Praga
El 10 de junio los nazis irrumpieron en el pueblo de Lidice, justificando posteriormente los asesinatos en el lugar, envíos a campos de concentración y de niños a Alemania para ser reeducados, así como el arrasamiento de la aldea por la supuesta vinculación de sus habitantes con la resistencia y los paracaidistas que llevaron a cabo el atentado. Pero Lidice realmente nada tenía que ver con la resistencia y los grupos que venían en su ayuda desde el extranjero, según indican los historiadores.

Años más tarde, en la década del 60, ciertos antiguos cabecillas de la Gestapo declararon que en el caso de Lidice de lo que se había tratado era de amedrentar a la población checa y demostrar la fuerza del régimen nazi. Eso fue también algo nuevo. Con anterioridad los nazis habían quemado varias aldeas en Bielorrusia y Ucrania y asesinado a sus habitantes, pero en el caso de Lidice fue la primera vez que dieron a saber sobre ese crimen al mundo entero. En total 340 habitantes de Lidice perdieron su vida por ser escogido su pueblo como un blanco de la venganza por Reinhard Heydrich.

Pasados unos 30 años de la masacre, asimismo algunos de los miembros del Wehrmacht, el ejército alemán, recordaban lo sucedido, pero más que de los asesinatos de niños menores de 15 años y mujeres se acordaban del comportamiento de sus colegas de armas o de una sola víctima concreta, el cura local, señala el historiador Vojtěch Kincl.

Monumento dedicado a las víctimas de Lidice,  foto: archivo de Radio Praga
”Resulta que por lo menos ocho soldados lo que más recordaban era el asesinato del cura local Štemberka. Se trataba supuestamente de un enemigo, pero a la vez era un sacerdote católico y no eran capaces de entender por ello por qué había que matar a un sacerdote”.

Lo sucedido en Lidice conmovió y horrorizó al mundo entero. Según datos históricos, el primer ministro británico, Winston Churchill, quería que tres aldeas en la Alemania nazi fueran eliminadas como respuesta a Lidice, recuerda el historiador Eduard Stehlík, del Museo Militar de Praga.

”La decisión de Churchill, su promesa dada en esos difíciles momentos de que por cada pueblo checo destruido serán eliminadas tres aldeas en Alemania, la concibo como una cierta advertencia a los nazis para detenerlos. Y es que nadie podía predecir entonces si algo semejante a lo de Lidice no iba a pasar de nuevo y las amenazas de los nazis eran claras. Tenían una lista de aldeas de Bohemia y Moravia a las que esperaba el mismo destino que el de Lidice y en el caso de Ležáky esta amenaza se volvió realidad”.

Eduard Stehlík,  foto: ČT
Dos semanas después de la tragedia de Lidice, el 24 de junio de 1942, los nazis entraron en el pueblo de Ležáky, en la Meseta Checo-Morava y también la arrasaron. A 34 habitantes adultos del lugar los nazis los llevaron a la ciudad de Pardubice y ese mismo día los fusilaron. Otras siete personas del pueblo fueron fusiladas al día siguiente o el 2 de julio de 1942. Once niños de Ležáky fallecieron el 25 de julio en una cámara de gas en el campo de concentración en la ciudad polaca de Chelmno. De todos los habitantes de Ležáky sobrevivieron la guerra sólo dos niñas, las hermanas Marie y Jarmila Šťulíková, que fueron enviadas por los nazis a Alemania para ser reeducadas.

El caso de Ležáky, no obstante, fue diferente al de Lidice. La Gestapo descubrió que desde la cantera de Hluboká, situada en las cercanías de Ležáky, un grupo de paracaidistas vinculado con los autores del atentado contra Heydrich mantenían la comunicación entre la resistencia en el país y en el extranjero por medio de una emisora clandestina. Se descubrió además que algunos de los paracaidistas que llegaron al territorio checo desde Gran Bretaña encontraron refugio precisamente en Ležáky.

A diferencia también de Lidice, después de la Segunda Guerra Mundial el pueblo de Ležáky nunca fue reedificado. En el lugar fue levantado un museo que recuerda la masacre y, en el lugar de las antiguas casas del pueblo fueron erigidas láminas de piedra con un orificio en forma de cruz en su centro.

Lidice y Ležáky, así como otros pueblos de Europa que corrieron el mismo destino, son un testimonio elocuente de la crueldad del nazismo. En el caso de las dos aldeas checas surge la pregunta si el atentado contra el protector nazi de Bohemia y Moravia Reinhard Heydrich, fue un acto bien premeditado en vista de las masacres que le siguieron.

Los historiadores insisten en que el acto realizado por los paracaidistas llegados desde Gran Bretaña que posteriormente también ofrendaron sus vidas, fue sumamente importante dentro de la lucha antifascista. Demostró que los checos no eran pasivos y que no vacilaban incluso en oponerse a un enemigo mucho más fuerte como los nazis alemanes. De esta valentía de los checos se enteró el mundo entero.

Además, a consecuencia del atentado contra Heydrich y de la repercusión mundial frente al destino que corrieron los pueblos checos de Lidice y Ležáky, los antiguos aliados de Checoslovaquia, el Reino Unido y Francia, anularon el Acuerdo de Múnich en base al que los nazis habían anexado en 1938 los territorios de Bohemia y Moravia al Tercer Reich. Con Lidice y Ležáky comenzaba una nueva etapa de la lucha antihitleriana que en 1945 culminaría con la derrota total de la Alemania nazi.