Fundada el 28 de octubre de 1918 al declarar su independencia del Imperio Austrohúngaro, Checoslovaquia dejó de existir a medianoche del 31 de diciembre de 1992 para dar origen a dos países independientes, la República Checa y Eslovaca. En este programa especial hablaremos de la larga convivencia entre los checos y eslovacos, y sobre las raíces de los problemas que provocaron la partición de su Estado común tras la caída del régimen comunista.
Václav Klaus y Vladimír Mečiar, foto: ČT 24
El 26 de agosto de 1992, los entonces jefes del Gobierno checo y eslovaco,
Václav Klaus y Vladimír Mečiar, firmaron el acuerdo sobre la separación
de la República Federal Checa y Eslovaca.
Su decisión, aplaudida por unos y criticada por otros, provocó grandes pasiones en ambos lados. Sin embargo, la separación sucedió de manera pacífica y ambos países mantienen desde entonces una relación muy amistosa.
Ivan Gašparovič, foto: Khalil Baalbaki / Archivo de ČRo
Hoy día, las relaciones bilaterales son excelentes y extraordinarias,
tanto a nivel político como económico, pero sobre todo entre los
ciudadanos de los dos países, destacó el presidente checo, Václav Klaus,
tras reunirse a fines de año con su homólogo eslovaco, Ivan Gašparovič.
“Nuestra cercanía la demuestran, por ejemplo, el buen nivel de las relaciones personales a nivel de mandatarios y entre checos y eslovacos. Con motivo del 20 aniversario de la partición de Checoslovaquia debo decir que se trató de un hito histórico que ayudó a la exitosa edificación de dos estados independientes”.
Foto: ČT 24
El mandatario checo subrayó el hecho de que Eslovaquia sacó más
provecho de la partición del Estado común.
“No cabe duda de que la separación de la Federación Checoslovaca benefició más a Eslovaquia. En los últimos 20 años, el PIB checo aumentó un 50%, mientras que el eslovaco creció un 100%. Además, creo que la política eslovaca nunca ha sido tan dañada por la intevención en política de elementos ajenos, como sucedió en nuestro país”.
Milan Kňažko, foto: Tomáš Vodňanský / Archivo de ČRo
En 1992, el Consejo Nacional de Eslovaquia aprobó la declaración sobre
la soberanía del Estado Eslovaco, lo que supuso el primer paso hacia su
independencia.
El entonces diputado eslovaco Milan Kňažko expresó que simplemente no hubo voluntad para seguir en un estado común con los checos.
“La ratificación de la declaración sobre la soberanía no fue un acto jurídico. El Gobierno eslovaco así garantizó que nadie pudiera deliberar sobre dicha cuestión sin él. Es decir, así consiguió el derecho de participar en la decisión. De haber encontrado una forma aceptable de una convivencia común con los checos, habrían podido optar por mantener Checoslovaquia”.
De haber existido la voluntad, los entonces dirigentes políticos podrían
haberse inspirado en otros países, como Alemania o España, opina
Kňažko.
“Checoslovaquia estaba formada entonces por dos Estados, el checo y el eslovaco, no era nada nuevo en el mundo. Las Constituciones del Estado de Baviera o de Cataluña sirven de ejemplo de que es posible y como saben Baviera sigue siendo parte de Alemania y Cataluña de España, así que pudimos proceder de manera similar”.
La desintegración del Imperio austrohúngaro, foto: AlphaCentauri, Wikimedia Creative Commons 3.0
La desintegración del Imperio austrohúngaro en 1918 dio origen a varios
nuevos países, entre ellos la República Checoslovaca.
Los checos y eslovacos son dos naciones diferentes, aunque muy cercanas. Ese era el impulso principal para crear un Estado común, según dice el historiador Jan Rychlík, de la Facultad Filosófica de la Universidad Carolina.
“Creo que en el año 1918 la mayoría de los checos consideraría la creación de un estado común con los eslovacos como una cosa natural. Los checos opinaron así: más allá de la frontera histórica, formada por el río Morava, vive una nación cercana a la nuestra desde el punto de vista lingüístico y cultural. Para algunos los eslovacos eran checos, otros vieron el pueblo eslovaco como un integrante más de la nueva nación checoslovaca”.
Checoslovaquia
Mientras que en Eslovaquia, sobre todo en los círculos evangélicos, fue
aceptada generalmente la tesis de que a los checos y eslovacos los unen sus
antiguas tradiciones protestantes.
De todas formas, tanto los checos como los eslovacos aplaudieron la creación de un Estado común en 1918, aunque pronto surgieron problemas de la convivencia, según destaca el historiador.
Milan Rastislav Štefánik
“El problema principal se basó en el aspecto emotivo. Los eslovacos se
volvieron invisibles en el estado común. Checoslovaquia siempre fue
considerada más como un Estado checo, tanto dentro del país como en el
extranjero. Por ejemplo, Alexander Dubček, líder de la intentona
reformista en 1968, fue considerado en el exterior como un político checo.
Lo mismo pasaba con Milan Rastislav Štefánik, político que contribuyó
notablemente a la creación de Checoslovaquia, lo que provocaba el malestar
de los eslovacos”.
El historiador agrega que los checos anteriormente vivieron en carne propia algo parecido bajo el Imperio austrohúngaro.
“Los checos también se sentían molestos, cuando los compositores Dvořák y Smetana eran considerados como austriacos, pero no hubo otra manera. El mundo opina así: un Estado equivale a una nación. La gente por ejemplo dice: ‘Voy a Inglaterra’. Pero si dicen ‘estoy en Inglaterra’ al llegar a Edimburgo, los nativos de esa ciudad les van a mandar a paseo. Por eso creo que los eslovacos necesitaron hacerse visibles y determinar su existencia con respecto a otras naciones. Eso lo pudieron lograr solo al declarar su independencia para que el mundo se fijara en ellos“.
Eslovaquia (1943)
Los eslovacos declararon un Estado independiente el 14 de marzo de 1939
bajo circunstancias muy dramáticas, en la víspera de la ocupación de
Checoslovaquia por la Alemania nazi.
Se trató de una independencia relativa, ya que Eslovaquia pudo existir solo con el visto bueno de la Alemania hitleriana. Más que entusiasmo, los eslovacos sintieron desengaño en aquel entonces.
“Fue evidente que la Eslovaquia independiente surgió como efecto secundario de la liquidación de Checoslovaquia que supuso la ocupación de tierras checas y la creación del Protectorado de Bohemia y Moravia. Los eslovacos temieron que los nazi crearan un Protectorado parecido en Eslovaquia o que su país cayera en manos de los húngaros. Así que estaban lejos del entusiasmo. Incluso los que apoyaban la independencia eslovaca se daban cuenta del gran peligro de estar estrechamente ligados con la Alemania Nacionalsocialista, ya que su caída significaba también el fin de Eslovaquia”, señaló el historiador Jan Rychlík.
La Segunda guerra Mundial en Dukla (Eslovaquia)
Y así sucedió. Durante, la Segunda guerra Mundial, la sociedad eslovaca
se dividió. Una parte sintió orgullo por crear por primera vez un Estado
independiente, aunque fuera bajo el mando de la Alemania nazi.
Mientras que otros opinaron que la independencia no es más que una ocupación tácita y se esforzaban por la restauración de Checoslovaquia.
Esos esfuerzos se hicieron realidad una vez terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Federación Checo-Eslovaca en 1968
No obstante, una vez terminada la alegría tras la derrota del nazismo y
la restauración de un Estado Checoslovaco libre, reaparecieron también
los viejos rencores que marcaban negativamente la convivencia de ambas
naciones.
En la primera mitad de los años 60, en la época de cierto afloje de la situación política en la Checoslovaquia comunista, surgió un movimiento que volvió a reclamar la independencia eslovaca.
Jan Rychlík, foto: Šárka Ševčíková / Archivo de ČRo
Esa exigencia surgió como respuesta natural al funcionamiento de un
Estado comunista.
“El régimen comunista se basa en una estructura piramidal, en el llamado sistema de centralismo democrático. Es decir, de la subordinación incondicional de los componentes inferiores del aparato estatal. Los eslovacos se sintieron indignados por ser dirigidos desde Praga, ya que tuvieron que subordinarse al mando de los comunistas checos. No creían ni siquiera en sus representantes eslovacos, radicados en Praga, que eran para ellos también checos”, indicó el historiador Jan Rychlík.
Alexander Dubček, foto: ČT
Bajo ese ambiente, en 1968, durante la intentona reformista conocida como
Primavera de Praga surgió el proyecto de crear una Federación
Checo-Eslovaca, que fue aprobada en octubre de ese mismo año.
Después de la ocupación de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia, Moscú reemplazó a Dubček por un Gustáv Husák más leal a la doctrina comunista.
Gustáv Husák, foto: ČT
Husák pasó de ser el Secretario General del Partido Comunista para
convertirse a mediados de los años 70 en el primer presidente eslovaco de
la república.
“Gran parte de los eslovacos depositaban en Husák grandes esperanzas, pero él no las cumplió, ya que no respaldó las exigencias nacionalistas. Todo lo contrario, a partir de asumir el poder, se esforzó por reforzar la unión checoslovaca. En un estado comunista, la nacionalidad no tiene mucha importancia. Políticos federalistas, como Husák, no gozaban de mucha popularidad en Eslovaquia”, dijo el experto Jan Rychlík.
La Revolución de Terciopelo, foto: Archivo del Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios
Al producirse la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia en 1989,
surgieron temores de la fragmentación de la oposición checa y eslovaca
por cuestiones nacionalistas.
Pero la oposición se unió para cumplir el deber principal, es decir, derrumbar la dictadura, entonces encabezada por Husák.
“En cuanto se puso en evidencia que la oposición eslovaca y la checa coincidieron en que Husák debía dimitir, las cosas se pusieron en marcha rápidamente. Los opositores pidieron que Husák declarara la amnistía y nombrara un nuevo Gobierno, para mantener la continuidad, y después abandonara el cargo de inmediato. En Eslovaquia casi nadie protestó”.
Sin embargo, una vez desaparecido el enemigo común, o sea el régimen comunista, las tendencias separatistas eslovacas volvieron a reaparecer con más insistencia que antes.
Tras la caída del régimen comunista, las discordias y disputas entre ambas naciones fueron profundizándose.
Paradójicamente, las tendencias separatistas fueron mucho más fuertes en Eslovaquia, país más pobre que su socio. El historiador Jan Rychlík insiste en que la situación económica de ambos países desempeñó un rol secundario respecto a la partición de la República.
Foto: Renjith Krishnan, FreeDigitalPhotos.net
“Eslovaquia fue un país menos poblado y más pobre. Mientras que
Chequia tenía más industria y mayores ganancias fiscales. Por supuesto,
cada país tiene que redistribuir sus ingresos de manera que el más rico
cubra los gastos del que recauda menos dinero. El que expresó primero la
idea de que cada nación debería administrar sus finanzas de manera
independiente, dio inicio a la partición de Checoslovaquia, ya que cada
Estado moderno se ve obligado inevitablemente a redistribuir sus
ganancias”.
El fin del Estado común fue preanunciado por la ‘Guerra del Guión’. Bajo ese nombre entró en la historia la disputa acerca de la denominación de Checoslovaquia.
La ‘Guerra del Guión’, foto: ČT
Los eslovacos, que se quejaron de que el nombre de su país fuera poco
visible, al final lograron imponer que los nombres de Chequia y Eslovaquia
fueran separados por un guión. El país empezó a llamarse oficialmente
Checo-Eslovaquia.
Sin embargo, la Guerra del Guión fue la única guerra que se produjo en la separación de Checoslovaquia.
La separación vino acompañada por grandes emociones en ambos lados, pero sucedió por vía absolutamente pacífica, lo que no suele pasar en casos similares, según destaca la periodista Petruška Šustrová.
Petruška Šustrová, foto: Vendula Uhlíková / Archivo de ČRo
“En otoño de 1992 llegué a Varsovia para conversar con un importante
político polaco y él me preguntó: ¿Qué tal, habrá guerra en
Checoslovaquia? Yo le miré pensando: ‘este hombre se volvió loco’.
Pero, claro, en vista de la separación de la antigua Yugoslavia o de los
países de Cáucaso del Sur, me di cuenta de que para el mundo no era una
pregunta tan tonta, como le parecía a un checo o eslovaco, que no dudaron
en una solución pacífica, lo que es de hecho un caso excepcional en el
mundo”.
Aunque la convivencia entre checos y eslovacos vino marcada por problemas y discordias, en general, ambas naciones se llevaban bien
“Los checos y los eslovacos nos queríamos mutuamente, solo que no logramos encontrar una manera de convivir en un ambiente de igualdad. Muchas veces no nos entendíamos, pero a mí me parecía que eso era interesante y que nos enriquecía, y que no era un motivo para la separación. Jamás nos hemos hecho daño”, expresó el ex primer ministro checo Petr Pithart.
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